Sábado, 1 de abril de 2017
La increíble Kioto (IV)
Hasta aquí lo que nos ha dado de sí la increíble Kioto (IV), sumergida entre hordas de turistas asiáticos, chinos y tailandeses a la cabeza pero sin llegar a sumar lo que el producto nacional. La dejamos atrás con el regusto agradable de los templos Ginkaku-ji, Eikan-do y Nanzen-in, todos ellos en el nordeste, muy cerquita del conocido como «Paseo del filósofo» en el que los cerezos ya se empiezan a abrir.
Nota al margen en reflexión sombría y muda: los templos se han encarecido una burrada (de trescientos yenes han pasado a quinientos o seiscientos), se hace muy complejo disfrutar de un templo, el que sea incluso fuera de la colección de clásicos de tour-operador, en soledad y, amargo siempre, queda el regusto de un porvenir complejo en lo que a turismo se refiere porque da la sensación de que muchos de los santuarios, los más escuetos en dimensiones especialmente, difícilmente van a poder asumir las masas que se avecinan. Es hermosa Kioto, en cualquier época del año sin duda alguna, pero, ahora que puedo juzgar con experiencias en junio, noviembre y marzo, nada, absolutamente nada se aproxima a la belleza melancólica que aportan las hojas ocres, verdes, gualdas o bermejas de las hojas de arce en el otoño.
Written by David Botas Romero
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