Lunes, 5 de febrero de 2018
Diez años de blog, un tris
Cinco de la tarde del cinco de febrero de dos mil dieciocho, ¿una inspiración?…
Tras diez años de zozobra que se cumplen hoy solo me apetece escribir acerca de la camiseta verde con la que he dormido. Piénsalo bien. Tres libros, sesenta y cuatro documentales, setecientas dos entradas de blog, mil trescientos ochenta y un días de ruta (casi cuatro años), cientos de miles de kilómetros recorridos y muchas más palabras, incluso más emociones reídas o lloradas, … ¿Una camiseta? Farfullar mental incesante. Dudas. ¿Una camiseta? No obstante, supongo (y me convenzo de) que la ilusión de un trapo que me cubre genera mi mayor tesoro. Lo sobrante, un texto en un tris.No necesito intentar adoctrinarme de que he cumplido con lo prometido, con certeza sé que jamás me acusaré de interesado, hipócrita o apanyaguado. Que no me he engañado si solo porque todavía recuerdo con tonos vívidos aquella terraza de Kandy donde tecleaba en un portátil blanco, el mismo que sucumbió bajo el calor de Suchitoto años después. Mi madre consumía su libreta y yo, por pura empatía, imitaba los gestos de boli a generaciones de distancia. Nunca existió más razón que el cariño y admiración, una reivindicación de ella misma. Antes, en pañales, garabateaba apuntes en una pensión de Hangzhou, bosquejaba trazos del birmano Mehmet a la pretendida fresca de una pensión en Krabi. Después Sommens me descubría un mundo de etnia Miao allá donde arranca Guizhou y Tailandia era una mueca traviesa a la luz de la luna. Río Madre y un chute de sudeste asiático. La casa de la música en Gdansk, Cortázar en la penumbra cubana de Trinidad. Cuenca maldita y ojos trémulos con el punto final en una tasca de Bangkok. Lluvia a raudales rematando el eterno regreso a Antigua
. No sé si verde o turquesa en Kochi, antídoto a la añoranza del amor en Hassan. Llantos de Cozumel, temblores de Auschwitz, aniversario fúnebre tras cristalera de habitación desnuda en Zakopane. Todo lo que nunca quise teclear, aunque lo mereciera, y que ahora solo me provoca un suspiro de satisfacción. Aquel viaje permanente que nunca dejó de ser lo de menos. Hasta llegar a una camiseta de segunda mano cambiada por un dólar en Phnom Penh, mucho menos de lo que habría pagado por conocer y susurrar aquella historia que ya nunca conoceré.
Las miniaturas son enlaces a la CASA MATRIZ.
…Son las nueve de la noche del cinco de febrero de dos mil dieciocho, cuatro horas, diez años que han sido un suspiro. Mis padres y su educación, la eternidad. ¡Expiración!
Written by David Botas Romero
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