Mercerreyas

Qanats, bagdirs y buitres

Jueves 7 de Marzo de 2019

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Qanats, bagdirs y buitres

Honestamente, del Yazd a ras de suelo esperaba bastante más. Se queda un ligero poso de decepción al recorrer su parte vieja y ni siquiera su bazar, talismán eterno para espíritus compungidos, levanta la nota. Considerada una ciudad puntera para el turismo, sus iconos no pasan el corte comparados con otros lugares de Shiraz o Kerman. Tiene una mezquita decente con minaretes caprichosos, una fachada de iwanes, un jardín hermoso y, por supuesto, las torres del silencio. Todo esto en un plano terrenal, claro. 

Lo digo porque, antes de entrar a valorar esas últimas torres, toda la ciudad ha de ser entendida en tres alturas. Ése aspecto intrínseco a Yadz, imposible de encontrar en otros puntos del planeta, la hacen única y especial. Su verdadera magia radica ahí. Hacia abajo están los pozos o qanats, fabulosas construcciones que se reparten por todo el subsuelo y que quedan tan claramente glosados como mostrados visualmente en el Museo del Agua. Si miras hacia arriba, por otro lado, toda la parte vieja está repleta de torreones o bagdirs, captadores de un aire que es canalizado y distribuido por cada rincón del hogar, aliviando el terrible calor que padece esta ciudad, enclavada entre desiertos, durante gran parte del año. El mayor de todos, en el jardín Dowlatabad, es un prodigio de ingeniería debajo del cual, doy fe, la brisa corre que se mata. 

Agua por abajo y aire por arriba, suma entonces tierra más fuego y, voilá, te sale el zoroastrismo, religión de la cual Yazd es considerada cuna. Solo por su simbología ya mereció la pena venir, y cuando la realidad de dicha fe se muestra descarnada en las fabulosas torres del silencio, Irán asemeja a un mundo aparte. 

Las famosas torres quedan a una decena de kilómetros del centro, y son apenas un par de estructuras circulares apostadas sobre colinas, nada llamativas visualmente. Pero la magnitud de su finalidad las hace soberbias ya que son cementerios. Dada la creencia del zoroastrismo, el ser humano es impuro y no puede ser enterrado (contaminaría la tierra) ni incinerado (el fuego es otro elemento sagrado y ajeno a la impuridad). Como solución genial, queda claro, a alguien se le ocurrió echar los cadáveres a los buitres en un sorprendente muladar de restos humanos. Todos los detalles quedan explicados en los paneles del sitio, soberbia introducción a uno de los entornos más macabros que haya visitado jamás.

 Yazd, después de las torres y con el ocaso del día, gana un color especial con los rayos resbalando por los bagdirs. Justo entonces la magia del adobe que revoca prácticamente la totalidad de la parte vieja cobra vida propia y nutre la panorámica de tonos parduzcos, fabulosos. En ese instante ya solo me faltas tú, madre, porque ni imaginar quiero la de horas felices que emplearías rebuscando en los confines de cada bazar iraní, rodeada de mercaderes de tu estirpe. 

Al día siguiente acumulo un insípido castillo y un palomar curioso en Meybod, echo el resto subiendo escalones hasta el modesto santuario zoroástrico de Chak Chak y alucino en Kharanaq. El último es un núcleo poblacional abandonado donde, una vez más, todo lo cubre el adobe. Puede que el lugar este hecho un Cristo y descuidado, pero sus vistas sobre las montañas son sobrecogedoras. Se me acaba de terminar Yazd. 

Al regreso a la capital todo el mundo sestea. Tal y como sucede en plena canícula veraniega por tierras extremeñas o andaluzas, aquí la ciudad se paraliza de una a cinco. Las calles se vacían, los locales son solo rejas selladas con candados y hasta pasear por el bazar es un puro acto de fe, porque allí el silencio no puede devolver la pasión por el comercio de estas gentes que, casi por costumbre, se mueve en grupos familiares. En cierto lugar leí que los iraníes son criaturas sociales y es la pura verdad. 

En ellas es recurrente observar cómo llevan una tirita sobre el tabique nasal. Muchas mujeres persas, por genética, nacen con nariz aguileña y, por lo visto, es algo que no les agrada estéticamente. Por sorprendente que parezca, en un país donde la mujer vive tristemente sojuzgada, las operaciones de estética para corregir este aspecto físico están a la orden del día. En ellos es sorprendente la amabilidad hacia los extranjeros. Podría parecer forzado pero, créeme, por mi experiencia en ningún momento tratan de sacar beneficio alguno. Siempre un bienvenido a Irán y un agradecimiento por venir a visitar su tierra como deferencia antes de la despedida. 

Sucede que casi nadie habla inglés, y sucede asimismo que, aunque lo hicieran, dialogar sobre política y sociedad con un foráneo se me antoja una quimera. Pero vivo con la permanente sensación de que hay dos fuerzas opuestas que tan pronto se unen como tan pronto se enfrentan en la inmaculada sociedad iraní. El conservadurismo ultra-ortodoxo de las generaciones mayores y una soterrada pero permanente aceptación de este status quo por parte de las generaciones jóvenes. Por respeto, miedo o lo que sea. Pero ha de ser de esta manera porque te puedo garantizar que nadie da la sensación de vivir amargado o desplazado socialmente en este país y eso, esa sensación de pertenencia común colectiva en una sociedad tan diversa étnicamente como ésta (persas, azeríes, baluches,…), debería ser objeto de idolatría o, como mínimo, estudio profundo por naciones como la española. 

Mi bus no sale hasta las siete y media. Quise antes pero ya estaba todo completo. Suerte que me dio tiempo para regresar de la estación (allí quedó mi maleta en la oficina de la compañía que me transporta), seleccionar cuatro fotos y teclear esto en otro patio de mil y una noches donde el rumor de las fuentes se hace eco entre celosías y repujados arabescos. Enfrente asoman cuatro horas y media de carretera y sueño. Suerte que, antes de eso, también me dio para recordar a una madre que aquí, en cualquier punto de este bazar inmenso llamado Irán, sería verdaderamente feliz. Te aseguro que su recuerdo, en otros tantísimos bazares de oriente que recorrimos juntos, es lo más hermoso que me llevo de Yadz.

David Botas Romero

Viajero imparable

.Blog Matriz

Flor de loto

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias

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