Mercerreyas

Sumario o bambalinas de "Te seguiré hasta Tomebamba"

Sabado 28 de Diciembre de 2019

Sumario o bambalinas de «Te seguiré hasta Tomebamba»

Se han dado, de un modo u otro, chispazos anímicos que han provocado todos y cada uno de los capítulos de “Te seguirá hasta Tomebamba”. Como resumen anual me apetecía recordar, brevemente, los más simbólicos y reflejar la razón de su escritura, los motivos íntimos que me llevaron a teclearlos. Quizá este texto debería ser un anexo a esa obra, quién sabe… 

  • 1. Nilo y Dendera, presunta terapia. Fue un texto jodido, cuando apenas habían pasado unos días desde la muerte de mi padre, a quien recordaba constantemente. Sentía una enorme pena compensada, levemente, por la satisfacción de volver a un país cuya brisa templada me ha regalado mucha felicidad. Mi padre era un admirador nato de la obra faraónica, y las lecturas a vuelapluma de Paul Auster desencadenaron el resto. Creo recordar que lo escribí del tirón, y no olvido las lágrimas del final. Siempre me han acompañado. 
  • 2. Donde la humanidad tocó fondo. Lo redacté, también del tirón, compungido tras regresar desde Auschwitz, del infausto campo de concentración, a Cracovia. Lo fui macerando mentalmente en el bus, y supe rápido que sería un texto breve y punzante. Recuerdo con nitidez la humedad del bajo donde me alojaba y también, aunque suene contradictorio, lo acogedor del mismo. Es un homenaje puro a una mujer y madre de mil defectos, pero corazón desbordado. Creo que pocos textos igual de intensos podré dedicarle jamás. 
  • 3. Abocados a la desdicha. Una cruz, un dolor parido que me llevó horas y hasta bien entrada la noche. La idea me rondaba desde la ruptura con Maitane, y no conseguía darle forma. Aquella mañana, sin embargo, enlacé en el cerebro las tres historias y conseguí hallar fuerzas para teclear. Puedo tener mil defectos y vicios, sufría horrores por el silencio impuesto por ella, pero era una deuda que debía pagar a mi corazón. Es para mí, sin duda, el texto más íntimo y emocionante de este libro por toda la marejada de emociones que lo parieron. Hoy no lo releo, como al resto, pero podría recitar cada frase con la certeza absoluta de que no yerro. El mejor homenaje, la mayor denuncia a una infancia tercermundista que palidece a cada visión en infinitos lugares de Asia. 
  • 4. Álamos al oeste o Perito Moreno. Nunca antes sentí mis dedos resbalar tan fácil por las teclas, como si fuera recitando de memoria. Todavía me queda algún remordimiento, no obstante, de que no encontré un párrafo final acorde con un lugar tan fascinante. 
  • 5. Ecos en Huancas. Hay textos que se crean solos. Cierras los ojos, abres el alma; abres los ojos, la Pachamama enrabietada. Luego pides un trago, dos, y no necesitas rebuscar demasiado para dar con un capítulo redondo. 
  • 6. Leh o los muertos conmigo. O la historia de una terapia porque este texto (vivo enamorado de él) me arrancó tanta angustia que, lo digo claramente, sin él no habría continuado viaje. Ni es el más hermoso, ni el más clarividente, pero encierra una necesidad absoluta de creer en mi camino. Hablé con Maitane y lo escribí, ya digo, por necesidad. Solo por eso ya es inolvidable. 
  • 8. Alejandro, de apellido vasco. Suelen surgir, por fortuna, personas que darían para escribir una novela increíble. Y a veces, las menos, uno tiene la fortuna de tomar tequilas con alguna de ellas y comprender cuánta bondad se encierra en la gente inesperada. Cosas del azar, un capítulo de felicidad rotunda. 
  • 9. Choeung Ek. Un lugar que desarma con suficiencia no debía quedar excluido, acaso porque, para bien o para mal, Camboya es una debilidad y su historia reciente un guion macabro que nunca se debió escribir. 
  • 12. Ojalá que te vaya bonito. Únicamente México íntimo y mil recuerdos por el Guanajuato cervantino podían alumbrar esto. Es uno de los pocos textos que, al tiempo que los escribo, sé perfectamente que van a ir al próximo libro de cabeza. Mezcal y Chavela son explosivos, pero no mienten. 
  • 13. Bóvedas cerúleas. Otra de esas extrañas coincidencias, en la preciosa Cracovia, bajo el recuerdo de una ilusión narrada por mi madre centenares de veces. Ojalá la literatura de viajes se pareciera un poco menos a esto. 
  • 15. En la vega del Mekong. O el anatema del regreso permanente. O una canción regalada en el día de mi cumpleaños. O la angustia de añorar un cuerpo y hallar una botella. La borrachera de felicidad junto al Mekong, en templos incomprendidos, olvidados, y el hastío de un Phnom Penh donde me faltaban sombras que abrazar
  • 17. Destello y tintineo, fuego y ceniza. Viajar para purgar penas, para hollar una fe que se embruma y enrosca sobre sí misma. Una apacible localidad con aspecto birmano y la poderosa lección de un templo inmortal en su decrepitud. Fue una catarsis absoluta escribir estas líneas, justo cuando más las necesitaba y no encontraba.
  •   19. El cementerio menos triste del mundo. El único capítulo dedicado de esta obra lo es por una buena razón. Mi tía Rosa Mari se fue demasiado pronto, pero ha viajado en los ojos de su hermana hasta el infinito. Era una deuda, la enésima. 
  • 21. Una bicicleta en Luxor. Un nuevo pálpito que recordaba a mi padre, omnipresente en la vieja Tebas egipcia donde una BH se hacía presente en cada esquina. 
  • 24. Khiva o en la encrucijada. En un país donde la botella de (buen) vodka cuesta dos euros, bajo el decorado ladino de madrazas de saber atemporal, el único necio respondía por mi nombre. No tardaré en regresar. 
  • 26. Bujará, catarsis que ronda. Pocas veces he vomitado escribiendo un texto, y me juré, por mis cojones, que no lo iba a modificar. Sí, el pasado pertenece a los cobardes, y este texto fue una extremaunción en ciernes. 
  • 31 y 32. Te seguiré hasta Tomebamba. Piedra angular de todo el libro, razón del mismo y un precioso ramo de flores en un altar de la catedral conquense. Aún hoy sigo suspirando por escribir el texto más hermoso de todos. A ratos no podía ni mirar el teclado, y, en otros, lo devoraba con saña. En todos, sin embargo, el recuerdo de una madre y la convicción absoluta de perseverar en una bonita historia. Escuché a mi corazón latir desbocado, pleno de amor…Y no fui el único. La última vez que hicimos el amor, la lealtad, las almas encadenadas o el tormento y respeto a una madre. Ya no importa cuál… 

Hoy, precisamente hoy, un año después, debería quedar claro que volver a alcanzar Tomebamba no fue un viaje de pasión, ni siquiera una elección. Exactamente esta noche, por descontado tras un año sin vino ni aliento, tras doscientos días de viaje desbocado, solo seguir al corazón puede reivindicar a este iluso enfermizo con su proyecto solidario. Reducido a un padre cadáver, equiparado en su toxicidad, en absoluto silencio solo roto en esta efeméride, yo jamás voy a renunciar. ¿Liberado? Si es cierto que el secreto de la felicidad es la libertad, no menos que el secreto de la libertad es el coraje. Tucídides y sus axiomas deberían ser objeto de obligado estudio porque la existencia, en su esencia, no deja de ser una batalla permanente contra el más feroz enemigo: nuestro propio cerebro. Proclamar una y mil veces, hasta la muerte real, que el único viaje, el destino más maravilloso, se llama corazón, será un epílogo reverencial. Agradecido por aquel firmamento colmado, por esta mudez ínfima.

El Autor

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

Cuenca

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias