Mercerreyas

Al sur de la provincia de las nubes eternas

Lunes, 4 de noviembre de 2013

cuerpo a cuerpo
 
cuerpo a cuerpo

 

[dropcap]A[/dropcap] estas alturas ya debe ser sabido de sobra que China es un país para soldados de trinchera, para zapadores natos, para viajeros que no solo no rechazan el cuerpo a cuerpo sino que, más bien, lo buscan con deseo voraz. O quizás sea más exacto decir que es el propio cuerpo a cuerpo el que busca al viajero porque éste siempre se ha de pegar, en sentido figurado, con varios tipos para comer, para dormir, para sacar un billete de bus, para encontrar el bus del billete, para ir al baño, para comprar tabaco o mechero y para un largo etcétera que permite desfilar, al cabo de cada agotador día, decenas de rostros de ojos rasgados por delante de ti. El primero no entiende, el segundo no quiere entender, el tercero no quiere ni escuchar, el cuarto coge tu papel garabateado y se encoge de hombros, el quinto llama a un sexto y hablan, y carraspean, y miran en derredor, y se ríen nerviosamente, y se asienten mutuamente con la cabeza, y escupen, y al final te miran divertidos con la expresión temida: no entiendo, no sé dónde, no sé cuál o no sé cómo. Eso un día, eso dos, eso tres, eso una semana… y cuando te quieres dar cuenta, tus límites de comprensión, paciencia, tolerancia, desesperanza y hastío son capaces de asumir niveles inimaginables si lo hubieras pensado al calor del hogar. Al cabo, cuando logras el objetivo, cariacontecido pero orgulloso, vuelves a recordar a Gandhi cuando afirmaba que perder la paciencia es perder la batalla, frase que has de repetirte a menudo por estas lindes hasta hacerse dogma de fe. Y es que viajar, viajar en mayúsculo, cobra sentido real de este modo, mirando hacia fuera pero creciendo por dentro, y sin apenas percibirlo la cotidianidad China ya te está ganando de modo irresistible en cada insignificante acto que se torna en un pequeño gran triunfo.

 

Por todo lo anterior se deduce que los generales, y con ellos todos esos mandos intermedios de charreras lustrosas incapaces de asumir que esto es un combate en el barro, están de sobra en el dragón chino. China, esta China de principios del veintiuno, no es país para viajeros paracaidistas de esos de Xian, Beijing, Shanghai y Guilin. De hecho creo que la nación los aborrece tanto como ellos acaban odiando China, ese horrible destino donde los baños apestan y los ciudadanos, esos mismos que se te cuelan cada dos por tres con malos modales, son tan indecentes que no hablan ni una palabra en inglés. Pero, con el paso del tiempo, he empezado a creer, a convencerme realmente, de que lo que esos paracaidistas borreguiles de guía en mano o rutas precocinadas odian realmente, aunque no lo quieran admitir, es su propia incapacidad de lidiar con esas decenas de rostros de los que hablaba antes y, acaso por ello, prefieren ceñirse al abc de lo turístico, de la comida puesta en mesa y de los tragos nocturnos con extranjeros como ellos ya que, además, para poner la cruz de “lugar visitado” y chulearse con ello tampoco hace falta recorrerse todo el país. ¡Faltaría más!

 

Que no os quepa duda de que todo lo mencionado es tan cierto como crudo y, solo de esta manera, partiendo de estas premisas, Libo se presenta con humildad genuina para enriquecer y fortalecer lo del primer párrafo y, con relación al segundo, felizmente certificar que ni un solo general o paracaidista se suele presentar por aquí, lugar descatalogado y perdido en la China más oscura. Ha de ser obligatoriamente de ese modo y por esa causa, el miedo atroz a las capacidades de uno mismo, porque de lo contrario sería imposible entender cómo absolutamente ninguno de esos segundos, con su bagaje viajero tan impecable, ha osado jamás visitar un entorno tan sublime como el que esconde Libo por cualquier punto cardinal en un entorno para el que se quedan cortos los adjetivos.

 

Todo aquí es una ecuación perfecta. Suma los lagos de colores de Jiuzhaigou, suma el entorno kárstico del área de Guilin y tendrás un cociente de preciosidad solo para tus ojos. Fue una recomendación, el recuerdo imperecedero de que China y sus gentes encierran una profundidad y belleza de fosa abisal, el recuerdo de las palabras de una chica de corazón inmenso. Ya ves, Sommens, una vez más tenías razón, Libo es un escándalo de hermoso para cualquiera que ose remar hasta sus orillas y especialmente para este viajero, trincherista y zapador, que jamás perdió la esperanza en ti y en tus palabras hasta que alcanzó esta arcadia. Que sepas que estos días me has vuelto a acompañar, precediéndome de nuevo en cada recodo, en un pedazo precioso de mi caminar por la vida. Gracias de corazón.

 

P.S. Punto y aparte con estas preciosas imágenes a la naturaleza china por este año. Hoy relax con compras por Libo, recuperándome un poco de la fatiga (ayuda a que el odiómetro baje unos puntos) y chequeando unos móviles para mudar el mío ya obsoleto. Mañana bus a Chongqing, paliza de ocho horas, para rematar con el apartado histórico de las cuevas budistas de Dazu en day-trip y otro pueblo, en Sichuan, del que he leído maravillas y pretendo visitar haciendo un par de noches o tres: Langzhong. Como afortunadamente aún queda líquido en la hucha, los deberes en forma de trabajo de escritura esperan en la añorada Myanmar (ya tengo ganas de llegar) y hoy mismo me ha llegado el e-mail de Air Asia para hacer el check-in online del vuelo Chongqing-Bangkok 🙂

 

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