Mercerreyas

Loy Krathong en Tak y Chiang Mai

Martes, 19 de noviembre de 2013

Loy Krathong
 
 
Loy Krathong

 

[dropcap]N[/dropcap]o sé muy bien por qué, pero tengo la sensación de que Chiang Mai me recibe este año de un modo hosco y poco amistoso. Chai yen, chai yen (corazón frío) pienso tras patear media docena de pensiones, todas en full, con esa inquebrantable querencia viajera de partir a otro destino que empieza a palpitar rabiosa ante la decepción. La vorágine del Loy Krathong me ha atrapado y la multitud de turistas que constantemente arriban a esta preciosa localidad norteña parece haberse citado en su totalidad justo en estas fechas. Chiang Mai se consume en frenética espiral interna mientras la mente navega de regreso al precioso festival vivido la noche pasada en Tak. Allí todo era un fondo de océano en llamas ante un enorme río Ping que refulgía con miles de krathongs arrastrando los pecados y malos deseos de miles de ciudadanos Thai. Siempre es agradable volver al calor del hogar, aunque en un determinado momento la torrencial lluvia decidiera poner fin al espectáculo en Chiang Mai, apagando las lucecitas de decenas de carrozas y sumiendo tantos corazones en desilusión. Es tiempo de recuperar ánimos y fuerzas con el adorable Loy Krathong de trasfondo, de dejar flotar río abajo tantas fatigas y penurias chinas, tanta decepción acumulada en una terriblemente cambiada tierra birmana. El krathong se marcha, con su llama titiulante, y pienso que siempre suelo diferenciar los festivales del sudeste asiático en dos clases: los de soplar alcohol por un lado y los más íntimos y religiosos por otro. Éste, afortunadamente, es de los segundos y así es muy fácil contagiarse de la espiritualidad que se multiplica a la ribera de ríos y lagos, con todas esas lucecitas flotando suavemente, hipnóticas, con tantas familias unidas en derredor de un simbólico cuenco de coco que purifique el alma…

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