Mercerreyas

Volver a soñar, volver a Brasil

Jueves, 12 de marzo de 2015

Brasil

 

 

 

Brasil

Recuerdo que era una puesta de sol típicamente tropical, una de ésas cuando el astro se desparrama en tonos naranjas que se filtran por las dobleces de un entorno selvático el cual, a su vez, se pierde más allá de donde asoma el iris; en aquel punto exacto donde, sortilegio de tiempo y lugar, se quedaba grabado en la memoria un rumor de millones de litros cayendo en estruendo y una visión que llevaba el concepto paradisiaco a otra dimensión. Fue en el aeropuerto del lado brasileño de las famosas cataratas de Iguazú, y yo echaba humo mudo de un Marlboro, sentado sobre la mochila, justo antes de volar a Lima, al Perú incaíco, a completar un viaje inolvidable. Ahora sí sé que absolutamente inolvidable. Entonces me prometí regresar y no olvidar Brasil. Recuperar quién había sido yo aquellos días, quiénes eran los seres que llenaron nuestro cada día a día, qué habría sido de ellos. Lo hice justo cuando el sol era solo media moneda agonizante y todo se llenaba de ecos salvajes. No trinos. Ecos salvajes como solo se pueden imaginar en las selvas de Brasil o Borneo. Justo entonces me lo prometí. Sellaba un pacto con resonancias a la alegría y mestizaje de Salvador, al Río de Janeiro que abruma por su exhuberante belleza desde cualquiera de sus morros o hasta en un sencillo plato de «lenguaça» y, obvio, a lo majestuoso de un paraje de cascadas en el que te vi llorar de pura emoción… Entonces solo lo soñaba, ahora puedo afirmar, con sensaciones encontradas -hasta el pasado lunes jamás rodó nada por mis mejillas al comprar unos billetes de avión-, que sólo quedaba esperar al mes de mayo de 2015. Tras tantísimas emociones, lágrimas, desgarros y sonrisas de satisfacción ganadas tras echar la vista atrás, sumar la siempre atractiva por cultural y natural región de Maranhao, o diamantes desperdigados con forma de vestigios coloniales un poco más acá, en Minas Gerais, son solo excusas insignificantes sabiendo cuánto tuyo reviviremos Iñaki y yo, ¿verdad, mamá?

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