Mercerreyas

Iguazú, desde el recuerdo

Domingo, 24 de mayo de 2015

Iguazú

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Iguazú, desde el recuerdo

Es algo terrible enfrentarte a un paisaje tan hermoso como el de las cataratas de Iguazú y, de súbito, no saber qué escribir, cómo transformar y reducir un bramido unísono de pardo caudal o una decena de arcoíris caleidoscópicos tras la bruma que esconde miles de destellos solares… la fuerza casi insolente de la naturaleza en texto. Incluso más lo es ser solo capaz de recordar las lágrimas de una madre ya fallecida y que, al cabo, también por su recuerdo, el de cataratas y madre, se enrojezcan los párpados tornándose acuosos los ojos. Y que todo se vuelva de trazos curvos, quebradizos, en el horizonte. Y quizás sea ésa la mejor memoria, como todas las que surgen del corazón y no se pueden coleccionar, narrar o fotografiar. Partiendo de esta base, sabedor de la derrota e inutilidad de este texto de antemano, no debe quedar mucho por lo que preocuparse cuando teclear debería ser solo un pasatiempo frugal a la espera de que la suma de cervezas y su efecto llegue a poner un punto final. Se escriba lo que se escriba, Iguazú ya es parte de una manera única de entender la vida que forjó una casi anciana, fallecida a los setenta y seis, empeñada en hacer buenas las palabras de Salvador Dalí: los que no llegan a ochenta es porque se empeñan en seguir viviendo en los cuarenta.
En un entorno de undécima dimensión, tras tupidos vergeles donde la vida estalla de tal modo que las flores, tucanes o coatíes son solo esquirlas diminutas, las cataratas de Iguazú son millones de partículas de agua desprendidas de saltos majestuosos. No. Majestuosos, no. Inenarrables, más bien. Y da lo mismo dónde se pose la mirada porque es tal su poder que, de modo inevitable, uno se siente parte de una función alejada de esas cosas tan terribles que angustian al ser humano del veintiuno como son el tiempo y el espacio, la polarización de conceptos que aquí provocan risas tan sonoras como el golpe del agua al caer. Mejor solo así, mejor solo fotografiar, mejor solo apurar después unos tragos y dejar que las lágrimas se sumen a la corriente. ¿Por qué empañarlas con palabras?
Written by David Botas Romero
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