Mercerreyas

El templo más bello de Laos

Viernes, 2 de diciembre de 2016

Wat Xieng Thong

Wat Xieng Thong
Templo Xieng Thong.Laos

Un templo precioso como es este Wat Xieng Thong.

«Así, salí hacia la parte trasera y me sacié de aire puro y húmedo que se mezclara con la deliciosa caricia que supone para las fosas nasales el aroma del interior del sim. Porque mucha gente no lo sabe y otros muchos no lo perciben, pero Wat Xieng Thong es olor. No el clásico olor de sándalo en varitas de incienso o cera de velas consumidas, todo ello regado del dulce y casi imperceptible aroma de lotos recién cortados. No, ni tampoco el de pintura o teca revenida. ¡Qué va! El sim de Wat Xieng Thong huele a Laos, a historia infinita, a ceremonia y a luto, a Mekong que aquí asoma como madre de todas las aguas, pero, sobre todo, huele a fe, a ilusión y a perseverancia de un pueblo que hace del vivir el más preciado de sus tesoros. Y ahí radica su magia, porque podrás pasar por decenas, centenares de templos, tantos o más como han recorrido mis pies descalzos, pero no vas a encontrar un olor igual y, si acaso, cuando regreses a tu casa, a tu entorno habitual, y quizás un ligero efluvio de algo similar llene tus pulmones, podrás sonreír y alegrarte porque mentalmente regresarás a Laos y sus gentes paseando de nuevo por la memoria de un templo precioso como es este Wat Xieng Thong. Solo dos veces en mi vida he percibido algo similar aunque con menos fuerza, en Byodo-In, muy cerca de Kioto, una de las cunas del budismo japonés, y en el sim del pabellón octogonal en Jingzhen, al sur de la provincia china de Yunnan, no muy lejos de Luang Prabang, otros dos sitios mágicos que darían para mucha conversación.» 
 
«Aún ricamente intoxicado me senté en un escalón del pequeño ho trai (biblioteca) en la parte trasera y, durante vibrantes minutos, me dejé seducir por el soberbio mosaico del árbol de la vida que luce en la parte posterior del sim. Allí me quedé, como un idiota embelesado, como un recluta que no puede dormir al comenzar su calvario militar y observa, echado en la cama, la foto de su novia a la que sabe que no volverá a ver en meses. O acaso como ese pobre mortal que, precediendo a Perseo, ha osado desafiar a la Medusa griega y ya solo le espera el hechizo, petrificado, hasta el fin de los días. Inmóvil, en silencio… solo. Y el tiempo, el sol poniente, se cerró como si hubiera sido un chasquear de dedos, minutos que se fueron en un click. Solo la imperiosa necesidad de regar aquella cascada de emociones que gritaba mi interior con una Beerlao pudo, de noche casi cerrada, devolverme de aquel estado etéreo en que soñaba y rasgaba palabras sobre una libreta para devolverme a la calle Sisavangvong y mezclarme con decenas de turistas que apuraban para hacer sus compras o charlaban en derredor de unas tazas de café. Yo ya era inmortal en mi cerebro, bañado de la soledad eterna que me inundó aquel día en Wat Xieng Thong.» 
 
«Wat Xieng Thong es un templo que se remonta a 1560, año en que fue construido por Setthatirath, uno de los máximos exponentes de la segunda época dorada del Reino de Lang Xang (la primera fue bajo el reinado de Fa-Ngum) y quien no solo construyó este bello templo antes de trasladar la capital a la actual Vientiane, sino que también construyo el principal emblema del país que es Wat Phra That Luang en aquella localidad, por entonces Viang Chan. El templo se asienta en un pequeño jardín justo al final de la lengua de tierra que señala la unión del río Kham con el Mekong, una ubicación intencionada ya que las leyendas, en múltiples variantes, han hecho de este recodo un sitio de marcado interés en la ciudad. 
 
Hay tres leyendas básicas que creo imprescindibles conocer para entender el templo y su ubicación. La primera es la que señala que fueron una pareja de ermitaños quienes colocaron aquí una de las cuatro piedras fundacionales de la ciudad junto a un llamativo mai thong (un especie de Butea conocido como “llama del bosque” por sus espectaculares flores rojizas, aunque el hecho de designarse como la palabra oro, thong en ambos casos, no debe suscitar dudas de que xieng thong hace referencia a ciudad dorada), escena que se reproduce en el famoso mural de la parte posterior del sim, el mismo que observé, atónito, durante muchos minutos la primera vez que lo visité. La segunda leyenda es la que recoge la vida de un mercader de betel llamado Chanthapanit que construyó aquí su palacio, adjunto al cual construyó el precursor del actual templo, convirtiéndose así en el primer monarca del reino (los coloridos murales interiores del sim relatan su vida). Y la última, más sobrenatural, que narra la historia relacionada con la creencia generalizada de que este recodo era el hogar de un par de nagas, protectoras del río Mekong, historia que, por otra parte, podría tener una cierta veracidad ya que, no en vano, hasta hace pocos años hubo en el interior del templo un pequeño santuario que honraba a dichas nagas. 
 
Sea como fuere lo que sí es indiscutible es la profunda relación entre el templo y la monarquía ya que toda su vida estuvo vinculado a la misma como punto de coronación de nuevos monarcas o centro neurálgico de festividades reales. Y no fue hasta 1975 en que, con el triunfo comunista del Phathet Lao y su abolición monárquica, se truncó este estrecho vínculo real. Existía una bella costumbre, no muy conocida o extendida entre visitantes ocasionales, relacionada con el acceso fluvial al templo (actualmente hay tres accesos: el clásico por Sisavangbong, uno escondido por una calle transversal que apenas se usa y, el más tradicional, que consiste en una escalinata que desciende por una ladera y comunica el templo con el cauce del Mekong) y que obligaba al futuro monarca a recluirse tres días en el opuesto, al otro lado del río, y visible Wat Long Khun para orar y meditar previo cruce del río para ser coronado rey, el día señalado, en este Wat Xieng Thong.»
Apuntes de Río Madre. Año 2011.
Enlace al reportaje grafico.