Mercerreyas

Revolucionarios de ayer, emociones de hoy

Miércoles, 21 de octubre de 2015

Sandinista

El Frente Sandinista ahora reconvertido en animal político

Todo el mundo sabe qué es un AK-47, coloquialmente un Kalashnikov. O al menos debería saberlo porque es el fusil de asalto más ligero y fiable que se ha concebido jamás. De fabricación rusa, aquí y en la década de los ochenta fue una de las madres de todas las refriegas frente a la guerrilla contra-revolucionaria, financiada por Washington y armada en Honduras y Costa Rica, países desde donde se introducía ilegalmente en suelo nica. En tiempos de triunfo guerrillero sandinista, en un contexto de Guerra Fría, Nicaragua se había convertido en un molesto vecino para los Estados Unidos. Tiempos turbulentos en los que el ruso Kalashnikov llegaba para sustituir a los obsoletos M16, de fabricación norteamericana, robados a una Guardia Nacional que, por imperativo del vecino norteño, protegió al títere presidente Somoza durante la década anterior hasta que el triunfo revolucionario obligó al exilio al dictador en 1979.
Por echar al dictador primero, y por injerencia yanqui después, se sucedieron dos décadas en las que a cada segundo se descosían ráfagas de disparos por todo lo ancho del territorio nacional. A mí, que crecí con el “Nicaragua Sandinista” de Kortatu e idealizaba un país que luchaba por su futuro, esto me lo detallaron tres antiguos guerrilleros. Son apenas tres de los muchos que hoy mascan su desazón y casi desengaño con el gobierno sandinista de Daniel Ortega o un Edén Pastora que ya olvidó el Frente Sur y la bolsa de suero a la que caía su sangre nica, la que prometió que por sus cojones perdía hasta morir desangrado porque sus camaradas no aceptaban su doctrina. Años de zozobra y de plomo, de Fruit Company y de un Gran Hermano septentrional que decidía quién iba a bailar a sus acordes so pena de ver caer su piñata bajo unas botas con punta de acero.
M. B. perdió una pierna en una emboscada. Iban quince y solo quedó él, mutilado y retirado del servicio. Hoy es un notario que viste de añil y, orgulloso de su herencia, no tiene necesidad de hablar con pena de su pasado, aunque sí marca un acento resignado por el porvenir político heredado de aquellos años. Se le encharcan los ojos como pantanos cuando recuerda al hermano de dieciocho años que perdió en el frente, allá por Puerto Cabezas. Uno de aquéllos a los que una triste placa, permanentemente huérfana de flores, recuerda en Moyogalpa. Inevitablemente, también la isla de Ometepe tiene a quien recordar.
-Hacíamos quince días de instrucción, nos daban un arma y directos al frente. “Soldados, ¿qué tienen ustedes en sus manos?”, nos decía allí el superior-. Susurra M. dejando caer la mirada en la penumbra. -“Un arma”, decíamos nosotros. “No. Ustedes tienen a su madre, tienen a su padre, tienen a su patria, tienen a su Dios entre sus manos”. Respondía enérgico. “Ustedes van a hacer historia”-. Hace una pausa que es un puñetazo al mentón. -Como mi hermano-. Acaba en un mínimo hilo de voz, compungido.
-¿Dónde yace tu hermano?-.
-En la parroquia de Moyogalpa-. Y se viene abajo. Le dejo un tiempo para su llanto silencioso, manantial regado por una colección de cervezas “Toña”.
-En el movimiento socialista internacionalista, guerrillero, había gente extranjera con convicciones, ¿verdad?-. Le digo con calma unos minutos después, tratando de amainar la borrasca emocional.
-Tú eres español. ¿Alguna vez se oyó hablar allí de Gaspar García Laviana?-.
Niego con la cabeza.
-Gaspar era un jesuita que vino a predicar, pero pronto dejó los hábitos y se unió al movimiento sandinista. Agarró su fusil y defendió nuestros ideales cerca de Tola. Era un español, pero era un auténtico patriota nicaragüense en tiempos del Frente. Y cayó en combate porque era uno de los nuestros. Siempre lo será-. Dice febril, emocionado.
-¿Tú crees que han traicionado su memoria? La de tu hermano, la tuya propia-.
Se queda pensativo unos instantes.
-En el movimiento siempre hubo dos frentes: los que cayeron en combate y los de ahora. No tiene nada que ver uno con el otro. Entonces era la idea, ahora son millones de córdobas. Plata y plata-.
No han pasado ni veinticuatro horas cuando, refugiado en Altagracia, hablo y comparto un trago con L. R. Tampoco es que esto sea mucho mejor que Moyogalpa, pero al menos la presión turística no es tan asfixiante al otro lado del volcán Concepción. Resulta que mi interlocutor es primo carnal, primo-hermano que dicen aquí, de Francisco Rivera “El Zorro”, un héroe de la revolución sandinista. L. es un tipo huesudo y fibroso, plano en cuerpo y un rostro donde solo sobresalen unas gafas de pasta.
Tiene mirada de lince, inquisidora, y un clásico hablar pausado de Centroamérica, masticando las palabras como si cada frase fuera una reflexión en clave de confidencia a su otro yo. Él omite cómo acabó “El Zorro” por pudor o desvergüenza, que nunca se sabe, pero es algo que yo ya conozco. No cayó en combate porque era realmente bueno con las balas, a Francisco, como a Rubén Darío, se lo llevó la peor de las batallas, la que nunca se gana: se lo llevó el alcohol como cirrosis hepática. Un tipo al que entre todos dejaron morir aunque hoy día se cuadren con su mera mención. Paradoja nicaragüense.
-Yo mismo soy oficial de aviación en la reserva. Y tengo nacionalidad norteamericana porque hace años emigré a Miami-. Me enseña su carné de identidad yanqui. -Pero soy nicaragüense por encima de todo. Orgulloso de mi gente, de la lucha de mi primo en Estelí-.
-Es sorprendente el respeto que muestra aquí la gente cuando mencionas a tu primo. Debió ser alguien especial-. Le animo para que me cuente un poco más.
-Era un soñador. Nuestra familia es de León, y ya sabes que allí siempre hemos sido muy luchadores. Decir que eres leonés es un orgullo inmenso, aunque Francisco nació en Estelí. Él se inició muy joven en la lucha guerrillera, pero con el tiempo llegó a dirigir todo el frente norte hasta el punto de llevar a cabo tres insurrecciones contra la Guardia Nacional de Somoza en Estelí entre el 78 y el 79. Aquello fue brillante. Si no hubiera fallecido Germán Pomares en Jinotega probablemente Francisco nunca hubiera llegado tan alto, pero se dio así, y siempre demostró una astucia monumental en el campo de batalla-.
-Hablando ayer con un tipo en Moyogalpa, hablando hoy contigo… tengo la impresión de que Nicaragua vive todavía inmersa en una revolución, que nadie desea olvidar a sus mártires, ¿verdad?-.
-Nunca. Ellos son nuestra patria-. Zanja con marcada soberbia.
-¿No echas de menos esto desde la distancia?-. Le pregunto mientras vierto un par de dedos de ron en cada vaso.
-A veces sí, claro. Pero diseño piscinas y me va bien en Miami. De vez en cuando me sale algún proyecto aquí y entonces aprovecho para visitar a la familia. Estados Unidos es un buen lugar para vivir, con una sociedad que está mucho más desarrollada-.
Le observo unos instantes. Pensativo.
-Mira, L.-. Arranco de repente. -Yo creo que, al menos en un aspecto, Nicaragua demuestra más sentido común que la sociedad yanqui. Me refiero a que se está demostrando como algo problemático la libre distribución de armas de fuego, la política armamentística…-.
-Pero la gente tiene derecho a defenderse y portar armas-. Se altera por primera y única vez interrumpiendo mis palabras. Ahí le sale la vena militar.
-¿De quién?-.
-De otro tipo armado, de cualquiera-. Dice abriendo los brazos hacia el cielo mientras me mira condescendientemente.
-Eso es absurdo en el sentido de que tú no deberías defenderte de nadie porque nadie iría armado. Estaría prohibido. Si vives en una sociedad desarrollada, ¿no podría la policía defender una ley de prohibición de uso y posesión ilícita de armas de fuego?, ¿acaso no garantiza la justicia estadounidense que se cumplan las leyes con los cuerpos policiales? Aquí la ex-presidenta Violeta Barrios Chamorro lo hizo muy bien. Luego con sus defectos, claro, pero limpió la sociedad nica de armas de fuego.
Y la gente se concienció hasta el punto de que esto es un edén comparado con Honduras o El Salvador. Aun con los defectos del sistema policial en Nicaragua, tú sabes que la policía mantiene esta ley a rajatabla. Con franqueza, en este aspecto me parece paradójico que Nicaragua se muestre mucho más evolucionado que Estados Unidos-.
 
A. R. trabaja en el Museo de la Revolución de León como guía improvisado. Ya roza los setenta, es un sandinista furibundo y no duda en hacer apología de sus posiciones ideológicas a poco que salga el tema político en nuestra conversación. Habla con pasión de su ciudad porque realmente León fue embrionaria del levantamiento contra el régimen pro-americano de los Somoza, padre e hijo.
De hecho fue la primera ciudad levantada en armas y la primera en ser plenamente controlada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Eso, obvio, le costó ser bombardeada. Ahora lo lamentable es que el museo se halla en un palacete absolutamente machacado, sin ventanas ni puertas, acribillado y con muros resquebrajados, en estado de ruina absoluta. El antiguo palacio departamental de la región de León provoca una lástima infinita, y A. y sus tres camaradas son solo espectros que aún vibran con la épica de sus acciones de cóctel molotov y guerrilla urbana. Incluso él mismo aparece en una instantánea, agazapado, empuñando un M16 usurpado a la Guardia Nacional que protegía a Somoza. “Eran tiempos de liberación de la ciudad de León de la opresión yanqui”, resume nostálgico mientras se ve de regreso al pasado en esa foto de tonos sepia.
 
Me resume en media mañana la historia revolucionaria de Nicaragua, desde los orígenes hasta la actualidad. Habla con cariño apasionado de Augusto César Sandino y de su paso por la Fruit Company estadounidense, de lo que vio a nivel humano y de trato a la tierra con pesticidas tóxicos. De lo mucho que eso significó para que él se alzara en armas contra el influjo de Estados Unidos, el verdadero regidor del país en aquellas décadas de principios de siglo XX. Del posterior Frente Sandinista de Liberación Nacional que lideró Carlos Fonseca junto a Santos López, antiguo compañero de Sandino. De todo y el universo, en definitiva. Se cruje la historia de Nicaragua entre paredes blasonadas con pintadas que representan a jóvenes revolucionarios caídos en combate como Arlen Siu o los Mártires de Veracruz.
Historia de honor y lealtad que el pueblo nicaragüense se niega a olvidar, aunque el entorno amenace derribo, aunque ya no se crea tan firmemente en el Frente Sandinista ahora reconvertido en animal político. Para la historia quedará, emocionante, el recuerdo de un pueblo que decidió tomar las riendas de su destino. Para mis apuntes de viaje, desde el tejado del palacio departamental, con León a mis pies y las fumarolas de los volcanes Momotombo y Cerro Negro en el horizonte, tres nombres propios trenzados en una historia revolucionaria que me regalaron un pedazo de su tiempo y emoción en llanto, orgullo y pasión.