Martes, 17 de abril de 2018
Álamos al Oeste o Perito Moreno
La paradoja más llamativa, cuenta la guía, es que el famoso Perito (apodo asociado a su maestría) de apellido Moreno jamás llegó a visitar el glaciar que lleva su nombre a modo de homenaje, pero tampoco importa demasiado la lección de historia cuando uno se ve empequeñecido ante tamaña mole de hielo. Si los glaciares en Europa pasan por ríos de hielo, esto es un verdadero océano de carámbanos arrejuntados, afilados, que cubren un valle infinito. Y es solo uno, ni el más grande ni el más chico, del puñado de ellos que se suceden cordillera arriba, cordillera abajo.
Luego, donde el bus (turístico) te escupe, se van atravesando pasarelas metálicas que acercan al objetivo, primero grande, más tarde inmenso, por último descomunal. De súbito, como un cristal que estalla de un portazo, se rasga y provoca un estruendo magnífico. No han pasado ni dos minutos de otearlo en la distancia. Se resquebraja y los añicos se pierden en el agua lechosa que lo rodea. Gime y estalla una vez tras otra, como si llorara desconsolado. A veces se ven sus lágrimas, a veces se imaginan si la fractura es interior. Pero es siempre tan acongojante como arrebatador sentir el atronador sonido que paraliza, comprobar que es solo una millonésima parte del frente de seis kilómetros lo que ha caído. Flotan junto a esta pared frontal centenas de breves icebergs, desprendidos de cada una de sus caras. El Perito Moreno es una lengua viva, avanza y retrocede como una serpiente que ultima a su presa. Lo miras por aquí, por allá, y siempre te sientes observado, empequeñecido cuando dispara sus lamentos a una velocidad de dos metros por día. Lo creas o no es infinito, lo que pierde delante lo gana detrás con perpetuas nieves andinas. Un espectáculo para deleitarse bajo blanco cegador pero, muy especialmente, atravesado por sonido estremecedor. Eso sí que congela más que su visión fantasmagórica.
Al volver a El Calafate ya ni siquiera se es consciente de si vuelve a resonar o no el ulular de unos gigantes de otoñal hoja gualda, nada de ello es necesario para saber que este lugar jamás se olvidará no por lo visto, sino por lo escuchado: el quejido poderoso de la más maravillosa experiencia glaciar que puede darnos el planeta, el crujir de un pedazo de hielo que, por mucho que avance, siempre quedará al Oeste de los álamos.
Visit us at:http://botitasenasia.blogspot.com/
E-Mail:botasmixweb@hotmail.com