Mercerreyas

Cuzco derrotado, Trujillo alado

Jueves, 1 de noviembre de 2018

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Cuzco derrotado, Trujillo alado

Salen días por concretar, de envasado al vacío, imposible entender un mero paso adelante o algo que quiera evocar más allá. De madrugada, girado del revés por el soroche, Perú garantiza que está un solo paso más al fondo. En la fecha del cumpleaños de Maitane, uno se quiere encaramar a la rabia para ponerse el mundo por montera y sepa Dios dónde muere su ruta. Pero el pie es tan volátil, el ánimo tan baqueteado, la náusea tan de andar por casa que Waqrapukara se difumina entre efluvios de desazón, por dolor que borra el deseo de mundo en un santiamén. Y sin ilusión, no hay viaje ni mucho menos viajero. 

 

La madre me lo enseñó con su ejemplo de corazón desbocado por descubrir, hasta su último hálito. A resultas recoges amarras, te revuelves en la cama, zaherido de frío, inasequible a un aliento que se te niega burlón,… Un guiñapo de viajero de cartón-piedra, un extra hollywoodiense de saldo, derrotado porque jamás leyó el guion ni le importó. Me descojonaba ayer, infeliz, echando el pulmón mientras trataba de alcanzar la laguna de Humantay, una como tantas otras allá donde el oxígeno se cotiza a precio de platino. No obstante, el dolor físico, hasta la imposibilidad de razonar con tino, es una bendición frente al latigazo permanente de mensajes prometiendo lágrimas de adiós. Imaginas de qué hablo, ¿verdad? 

 

Perdidas las cuentas en las que anotaba los desaires acodados a la escalerilla del avión que pisarían mis pies, como un quipu deshilachado, no sé si reconforta pensar que el avión a Trujillo será una desventura de droga que todo lo cure para un alma rota en mil cristales forrados de escarcha. La eterna hilera de nubes se hará trocha, barro y hielo; por momentos bailará al compás de una duda ya matasellada que, a estas alturas, es como la espuma para un alcohólico, tanto da si mucha o poca, va todo de un trago. Nunca puede uno ser tan extraño a un lugar y menos a un alma lamida… ¿Dónde arrancó el delirio? 

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En Ollantaytambo, a unos kilómetros del Cuzco, mi estómago se retorcía en un escorzo de imposibilidad tras desengaño, nuevo hospital en el que padeciera mi hermano Iñaki (qué mierda de guía te has echado, ¿verdad?); en Cuzco, meses después, ¡caretas fuera! Y el futuro nunca fue tan esclarecedor, la razón del equilibrio. Verborrea hueca, engreída y autocomplaciente cuando me vuelve a quemar desde la piel hasta el tuétano un plomo de fósforo que, aquí arriba, acaricia lo necesario para hacer gritar “¡¡¡hostia, acelera a fondo!!!” a corazones tan desguazados como éste. 

 

Vas bajando entre dolores irracionales, llagas del ayer, psicosis con forma de calas; y quieres creer en heridas nunca cicatrizadas, ¡¡¡ay, ay!!! Y asumes que por un puñado de flores funerarias has perdido la mitad del alma que te quedaba viva, y no hay savia que menee tus arterias, tu cerebro colapsado tan cerca del algodonado cielo, tan lejos del salitre del mar. ¿Y cómo hostias pudo pasarme esto a mí? Entonces, muerto al hoyo, te rebelas y vuelves a vivir. 

 

Y le enganchas por el pelo, le zarandeas para que no haya peros a tu oferta, y le desempeñas ese cacho de espíritu a un diablo que ya lo maceraba para cocerlo antes de sorberlo. Y corres sin parar, corres sin rumbo ni dirección igual a un ratero de barrio. Corres, corres. De duelo en duelo, raciocinio visceral, echas un alto para sumar un nuevo colgante, fetiche de dos caras para no olvidar, para no cometer el mismo error. Y solo vuelves a vivir, empeñado en seguir respirando. Seguir respirando acelerado bajo una luna de Cuzco que es como un ojo centelleante de luz abandonada, apasionada zíngara que bailará hasta que la embruje la suavidad incorrupta del alba del mañana. ¿Quién cojones se atreverá a cuestionar su porqué? 

 

Volveré a florecer, otro colgante temporal me lo recuerda a cada rato, a cada tacto en momentos de zozobra. Vuelve ese corazón, marchito por rebelde, a creer en que jamás se equivocará otra vez. Entre un anillo que es un seguro de viaje y una aguamarina de Chanthaburi, regalo de una cariñosa anciana por hablar tailandés, ahora tengo trabajo tras forma de sueño platero cuzqueño, fondo de lecciones que gritan ¿cómo pudiste ser tan estúpido? Y en la mera incertidumbre que es respirar tan cerca del infinito vuelve a estar escondida la llave del cofre que es la vana existencia. ¿Querrá alumbrarme el rostro un sol tan ignoto como el de Trujillo, rumbo a Cuenca? ¿Realmente lo deseará o me importará? 

Escrito por:David Botas Romero

En:http://botitasenasia.blogspot.com/

E Mail:botasmixweb@hotmail.com 

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