Mercerreyas

A horcajadas del olvido, Amy

Viernes 31 de Mayo de 2019

En Hue,Vietnam

A horcajadas del olvido, Amy

Las trazas de la noche en Hué, tienen cojones sus costuras quemadas años atrás a dieciséis mil kilómetros, en El Salvador, a mí tampoco me dejan dormir. Una vuelta y otra vuelta de algodón, grado arriba y grado abajo el chisme que escupe hielo. Su nombre era Amy, sus bragas de color gualda y el Suchitoto centroamericano, angustia a rabiar, otra pira incendiada. Con su recuerdo he charlado a ratos esta noche, y de ella se han despedido mis ojeras esta mañana, abandonándola al olvido de una habitación patas arriba, aunque ni recordara su voz pero sí a quién me evocaba. Como un latigazo en la polla, así me ha rondado.

 
Quiero creer que, en esa tesitura de desvelo y fuego en la calle, tampoco resultaba fácil centrarse en lo que esconde el Hué céntrico, con aroma a derrota (bombardeado en la guerra contra los yanquis y reconstruido después) por más que ésta no sea tan rotunda como las tumbas de ayer. En la pagoda Thien Mu aguarda el viejo Austin azul de aquel monje que se quemó a lo bonzo, cenizas. En la Ciudadela vuelven los andamios a un Palacio Real que arrasaron las bombas pero añora volver a su ser, cenizas. En la pagoda Tu Dam hay un buda precioso junto a un ficus, uno que susurra que ciento noventa y cinco días es un suspiro cuando alguien ha decidido que tres años sean cenizas mudas hasta inundarme. Y en otra pagoda, allá en un bosque, resguardado del sueño y calor infernal con que batallo, el canto de los monjes y monjas me reconforta. Luz al final del camino pese a que los párpados sean de hormigón tras una noche desquiciada. Aquí oran juntos ambos sexos. ¿También habitan juntos?, le preguntaré después al conductor que me ha traído en la grupa de su motocicleta. Responderá que no, que solo hombres, pero es una escena que he vivido antes, en Hoi An. Y puesto que me parece tan maravillosa, prefiero callar y asentir. 


¿Y si ahora solo tengo un ratito para estar contigo? ¡Pero si hemos dormido juntos hace dos semanas!… Va y viene. Viene y va. ¿Cuándo aprenderé a perder? A quien no le contenta lo pequeño… busca algo que le dé mil vueltas. Y a seguir tragando, como día a día, mes tras mes, año tras año desde ni recuerdo cuándo. ¿No te sientes envejecido?, me dispara la conciencia, balanceada en un columpio colgado de otra cola lunera. Para qué demonios vas a buscar dónde habita la razón precisa si cabalgas tu corazón desde hace años. ¡Tan manchado de honestidad, hostia!

¿A quién coño has engañado tú? La soledad y arrugas del alma, acaso, serán su alimento aunque me desborde el temblor al tantear, en la oscuridad del templo, el perfil de su silueta desnuda. Y me pudre de humedad lo pequeño antes de caer rendido bajo el hipnótico salmo coral. Ellos de azafrán, ellas de marrón. Todos al unísono, ajenos a mi diatriba material. Derrotado hasta que me sople un nuevo siroco que tantee, inquisitorial: ¿te vas a olvidar de volar? Entonces guiño un ojo a la nada, la alumbro en su perfección juvenil y sentencio: hasta aquí, Amy. ¿Quién podría tratarme de monstruo maltratador y acosador ante su familia o compañeros de trabajo, sin querer ni poder mirarme a la cara, solo por justificar el daño más absoluto? Los monjes guardan silencio y se eleva el tintineo de una campanilla, como aquella de Chiang Mai. Me recuerda que ésta es mi lección y camino. Lo ha sido decenas, centenas de veces antes. Y las que hagan falta hasta que ya no lo olvide.

De mi mortaja largamente zurcida alguien está haciendo su parasol y, por primera vez en todo el puto día, esbozo una sonrisa que no se borrará hasta poner este punto final. Será a eso de la media tarde, justo antes de acostarme para echar una siesta necesitada. Saigón, próxima estación para mi espíritu ajado, chamuscado cuerpo. ¿Crees que tus carantoñas me dejarán dormir hoy, Amy? “¡Conoces el destino: lo descubriréis, de nuevo, cuando me intentes amar!”, responde furiosa, quebrantando mi leve paz. Agita, en su bramar, las gotas de glicerina que resbalan del vaso donde se mece una botellita de vodka, heredada del gitanito encendido de rabia que nunca dejo de alumbrar en mis entrañas.

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias