Mercerreyas

Loto

Jueves 30 de Mayo de 2019

Loto

El apellido Nguyen, identificativo de casi un cuarenta por ciento de vietnamitas y casi tan habitual como el apellido Li en China o Kim en cualquiera de las dos coreas, es también el que acompañó a la última dinastía real. Hoy día quedan las tumbas de sus gobernantes, desparramadas por los alrededores de Hué, y especialmente estas seis que he visitado para desempolvar viejos recuerdos. Y tan viejos porque, doce años después, dos de las tres más importantes (Minh Mang y Tu Duc) están renovadas de arriba abajo luciendo impecables. La foto queda perfecta, eso sí, pero algunos nos rascamos la barbilla, inquisidores, en la duda de que este adorno, aquel detalle y esas tejas parecen recién sacadas de un congreso de vanguardia arquitectónica.

 
La de Khai Dinh, por su parte, está intacta ya que este emperador era un apasionado de las técnicas de construcción europeas y armó su última morada en cemento y estuco, con lo que ha soportado mucho mejor el paso del tiempo que la volátil madera. Suerte que tiene porque sus compatriotas contemporáneos, pese al repudio que sienten por lo chino, han calcado sus técnicas de restauración basadas primero en demolición y luego, si no los tenemos claro, ya veremos cómo organizamos eso de la reconstrucción.

 
Otras tres he visitado, entre andamios, solo para convencerme de que Hué aspira a patio de recreo de chinos. Duc Duc, la tumba del efímero gobernador que solo aguantó tres días, está recién sacada del horno y aún no le han retirado el andamiaje, Thieu Tri impacta por sus dimensiones y Dong Khanh, por fortuna, sigue luciendo bien hermosa y desgastada… pero dudo que aguante mucho porque al adyacente templo (todas las tumbas tienen un templo aparejado) ya le han colgado el cartel de “work in progress”. 


Historias aparte y puesto que hoy, como diría mi amiga Tere, no tengo el chichi para muchos ruidos (léase que no tengo mucho ánimo de teclear), me quedo con los lotos que se multiplican en los estanques junto a los cenotafios. Enormes. Rosados o inmaculados. No, hace unos años, en el solar decrépito que eran muchas tumbas, no asomaban. Pero hoy se debe bendecir a la naturaleza por regalarnos este espectáculo sin igual. Precisamente en Thieu Tri el estanque estaba abarrotado de ellos. Una panorámica soberbia. El loto, aunque abroche sus raíces al fango (metáfora de sufrimiento), se yergue sobre el tallo para brotar por encima de éste y, además, tiene la capacidad de hacer resbalar el agua sobre sus pétalos igual a esas circunstancias perturbadoras de la vida que el espíritu budista ha de asumir y dejar marchar. ¿Pero Vietnam no es comunista y, por añadido, ateo, como promulgaba Lenin? No, Vietnam es comunista, sí, pero también budista, confucianista y taoísta. Eso que han dado en llamar Tam Giao, o triple religión. Idéntico a lo que sucede en tronco de fondo, aunque un poco desparejado en ramaje, con el vecino rojo septentrional. 


Como un idiota embobado me he sentado al borde del estanque admirando el titilar de los lotos. Añorando las veces que lo hice acompañado por mi madre en tantos y tantos lugares de esta Asia que devoramos con frenesí. Y en eso andaba cuando he recordado algo: el puente viejo de Thienh Toan, una pedanía cercana a Hué por donde pasé ayer.

 
En Thienh Toan trabaja sus lacados un jovencito imberbe, de no más de quince años. Tímido a rabiar. Y mucho más humilde. Ayer le pedí precio por un par de lacados de lotos cuando el tour desde Danang me aparcó a su lado. Son lacas toscas y muy finas en su espesor, que acaso nunca llamarían la atención. Pero tienen una virtud magnética en mi alma. Sacó una tiza y escribió en el suelo la cifra de uno, luego el otro y finalmente lo sumó no sin dudar de cuánto da tres más tres. Era enternecedor. Y encima tenía esa invaluable virtud de mirar profundamente a los ojos que solo merece la gente pura, artistas ajenos a mercaderes de vellón.

 
Hace un rato he vuelto a él, aburrido de tumbas pero no de lotos. No le convencía mi precio, pero a mí sí su trabajo. Y hoy, ¿cuánto? Ha vuelto a coger la tiza y repetido la operación. Dame ese otro también, le he pedido. ¿Cuánto ahora? Tanto. Yo llego a esto. Y yo bajo a esto. Pues yo subo. De acuerdo. Nunca una sonrisa ajena me había llenado tanto… Miento. Sí, las de un niño adorable de Rentería, su madre y su prima en un museo de ciencia. Como todas las anteriores durante años o las últimas que aún me guardo de aquel cine con arañas y dibujos.

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias