Mercerreyas

Ubud o la indecencia

Sabado 18 de Mayo de 2019

Ubud o la indecencia

Se puede decir que Ubud siempre fue el corazón artístico de Bali gracias a su dilatada historia y a los centros artesanales que aglutina por toda su periferia. Ofrecía prácticamente todo de esa admirable artesanía y cultura tan afamada haciéndolo, además, a cada parpadeo.

De hecho yo siempre lo creí así, no en vano ésta siempre ha sido mi base en las más de media docena de veces que he visitado esta isla, pero voy asumiendo que eso va a terminar pronto. Su población turística siempre fue poderosa así como su inclinación a los servicios asociados a ello, sin embargo, de un tiempo a esta parte, el asunto está salido de madre. En plena temporada baja esto bulle de tal modo que se hace imposible caminar por sus calles centrales sin ser presa del estupor ante solicitudes de transporte de todo tipo y una clase de turismo absolutamente ajena a la idiosincrasia local.

Mujeres mostrando sujetador y bragas por centenas, tipos agarrados a la botella Bintang,… Sí, esta isla es hinduista y eso implica una cierta laxitud (permisividad) hacia muchas conductas difícilmente respetables por la recatada población autóctona, pero Indonesia es un país musulmán, con sus peculiaridades, y el respeto a la tradición local debería ser la clave de una feliz convivencia entre locales y foráneos.

Debido a que los turistas van a su puto rollo, como si esto fuera el patio de su casa, la actitud siempre amistosa e irreprochable de los balineses hacia nosotros se está pudriendo de un modo irreparable. Y es verdad que en zonas muy rurales yo he observado a ancianas balinesas con las tetas al aire, como era tradición aquí hasta no hace tanto, pero puedo asegurar que eso, en fondo y forma, no tiene nada que ver con la pasarela de carne en que ha devenido este Ubud por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender.

Me he recorrido prácticamente todo el sudeste asiático durante casi quince años de un modo continuado, he pasado por todos los barrios turísticos desde Hanoi hasta Melaca, todos los de Saigón, Phnom Penh, Chiang Mai, Luang Prabang,… hasta acabo de regresar de un tostadero llamado Myanmar que, poco a poco y gracias a Dios, va alcanzando una cuota notable de turismo extranjero que vestía de un modo razonable con el calor insufrible que padecíamos, y jamás, absolutamente jamás, vi una comunidad turística tan artificial e irrespetuosa con la cultura local como en Ubud.

Si esto de por sí es grave, en un país musulmán es un verdadero disparate y provocación. Sé que mucha gente no va a compartir esta opinión y no desearía que se me entendiera mal porque por supuesto que cada uno puede ir vestido como le parezca, es solo que no deberíamos olvidar que aquí, nos guste más o menos, hemos de regirnos por las normas que imperan porque somos extraños en un país extranjero. Es exactamente igual que cuando prohibimos el burka o el chador a los inmigrantes en nuestros países y nos parece lo normal por ajustado a nuestra cultura. Pese a lo complejo de tratar que resulta, creo con honestidad que es justo denunciarlo y, en mi caso, actuar en consecuencia pasando para siempre del centro de Ubud y su artificialidad alejada del Bali genuino. 


Con toda la pena que esto pueda generar para quienes hemos ido viendo esta transformación, aún es posible alejarte un par de kilómetros del centro y ser feliz comprobando cómo la norma del veinte-ochenta nunca falla: el ochenta por ciento de los turistas se concentran, hacinan aquí o en las playas del sur, en el veinte por ciento de los sitios. De resultas te encuentras con una villa monumental y una piscina prácticamente privada donde volver a recordar esos templos anónimos por alejados del barullo, pegados al hotel, donde solo el rumor del agua, los patitos entre los arrozales y el verde más intenso que recuerdes te alivian el réquiem por un centro de Ubud donde a mí ya me han visto el pelo para toda la eternidad.

Ahhh, y balineses afanados en su arrozal o huerta que recuerdan a nuestro padre, sin necesidad de venderte nada, muchos balineses humildes, risueños y tan hospitalarios como antaño. En el aniversario de su cumpleaños, convivir con los de su escuela es el mejor colofón.

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias