Mercerreyas

Un paseo por San Miguel de Allende y alrededores

Miercoles 19 de Junio de 2019

Un paseo por San Miguel de Allende y alrededores

San Miguel de Allende y Atotonilco, dos visitas que incluí en el pasado viaje por México, otoño de dos mil dieciocho. El primero es precioso, con sus iglesias y casas blasonadas en tonos pastel, aunque ya hace mucho tiempo que se convirtió en un retiro dorado para jubilados gringos lo que, en mi opinión, desluce a ratos el paisanaje. No es que le tenga ninguna manía a San Miguel, sencillamente opino lo mismo de lugares del Sudeste Asiático que adolecen de este problema (playas o islas del sur de Tailandia, sin ir más lejos).

 
Atotonilco, por su parte, es una hermosa iglesia donde los frescos se multiplican sobre el estuco y generan, inevitable, exclamaciones de admiración por su exuberancia.

 
Poco a poco voy recuperando el vídeo de Mexico, después de los últimos viajes, y además debo darme prisa porque se acumula el trabajo. Vendrán México y Perú, Centroeuropa de dos mil diecisiete, Grecia, Jordania, Irán, Uzbekistán, Myanmar, Indonesia y Vietnam central. Diez vídeos para montar antes de salir para Delhi dentro de menos de tres meses. Seguramente no voy a poder hacerlos todos, ni de coña, pero lo intentaré toda vez que el nuevo libro ya no me va a robar más tiempo.

 
Tenía ganas de volver y asumir esta rutina. Volver a mi casa, mi gente, mi curro y los paseos por el paraíso que terminan con una cerveza en La Bruji. Fondear en este Mecerreyes, entre primaveral y veraniego, donde el cielo se pone de rojo violento cuando se acuesta el sol. Regresar por dejar atrás tanto dolor y tanta decepción en el camino embozado, una vez redimido en ese mi mundo a los pies. Siempre fiel, como un bálsamo, me esgrimió un teclado para escribir y desahogar a los cuatro vientos toda vez que a ella no se lo podía explicar cuando zanjó tres años de relación con un miserable mensaje de whatsup.

Ni un ánimo, ni mirar a los ojos, ni un abrazo, ni un que te vaya bonito… El silencio y desprecio. Yo no sé lo de los demás, pero tengo la absoluta convicción de que no he mentido, engañado ni traicionado a nadie. Y cuesta horrores, lo explico a quien me quiere escuchar, asumir que ya no tiene remedio, que yo jamás hubiera generado tanto sufrimiento a una persona que, además, sé que me ama con locura (los ojos no mienten, hasta un niño puede verlo). Había mil maneras comprensibles y no tóxicas de dejar la relación, pero solo una despreciable y con claro ánimo de hacer daño… Ha sido su elección.

Ahora solo queda volver a mirar al frente, recuperar la ilusión y alegría por vivir, por viajar (ésta nunca la perdí del todo) y, especialmente, por ser mañana mejor persona de lo que he sido hoy. Nunca jamás volverán las teclas a tratar esta calamidad que venía, ahora lo veo claro, con ánimo de venganza y hundir hasta el fondo un alma desgajada tras la pérdida de mis padres. Ser mejor persona, imprimir ese nuevo libro, seguir dando de comer a este blog de verborrea hueca, barata, engreída y autocomplaciente (durante tres años tuve que tragar desprecio tras desprecio), y, por supuesto, seguir con esas humildes donaciones compartidas con familia y amigos en busca de un mundo menos cruel. Si, también me machacó por ello diciendo que engañaba a mis amigos porque, en cierto modo, les imponía la obligación de comprar el libro…

En fin, mi conciencia y corazón… los suyos… El futuro, sí, ahí enfrente porque mañana despuntará un alba que me borre el pasado como un rabo de nube fugaz, como un convite a vivir y ser feliz en el salitre de Donosti. El tiempo, sí, ese despiadado insobornable que abarca mucho más que el ínfimo tramo que necesitó para teñir de deshonra una cama aún caliente de mí. El mismo que abona las mentiras fugaces para luego triturarlas entre sus fauces, escupiendo realidades desde Rentería hasta Praga vía Portugal o Cádiz. El tiempo, mi susurro febril y entregado de «te amo» en un miserere que golpeará siempre, mucho más desde que me redujo, impúdica, a mero capricho carnal de saldo. Y así hasta que sea capaz de imaginar Nueva Delhi encendida en brea y, de resultas, todo lo demás será ira o celos apagados en conciencia inmaculada.


No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias