Mercerreyas

Santa Marta y Cartagena de Indias

Domingo, 8 de junio de 2014

Santa Marta
 
Santa Marta

Santa Marta fue un gran respiro una vez alejado del artificio de Taganga. Mucho tostado africano, puro Caribe, mucho color desparramado en fachadas, mucho calor solar y humano, muchas risas con los pescadores y en las busetas urbanas, mucha historia en la finca de San Pedro Alejandrino, donde exhaló su último aliento un Simón Bolívar enfermo y derrotado ante una Sudamérica, al fin libre, que se desgajaba en naciones llevando al traste su sueño de unión multicultural… una gozada las horas por allí, inolvidables. Luego el asunto subió otro tono en la preciosa Cartagena, una mirada al pasado colonial entre tonos pastel, acacias, buganvillas versicolor y el salitre marino preñado de humedad que envuelve cada rincón mientras la brisa marina recorre los poros de una imponente muralla, de conventos y de un poderoso castillo, el de San Felipe, con cuya genial audioguía se podría soñar con corsarios y galeones. Colombia, tal y como la había soñado, tal y como me la habían contado, se volvía a hacer luz tras las tinieblas de un Taganga con forma de Khao San o Koh Tao. En todo caso, paseando por la india Cartagena, asalta la duda con cada paso, tras cada sombra: ¿Qué habría sido de La Habana sin embargo económico y sin la miseria a que el gran hermano yanqui abocó a toda Cuba? Es imposible no añorar La Habana, incluso en su melancólica decrepitud actual, paseando por la pizpireta Cartagena. Tienen ambas tanto en común…  Y es ése el principal problema, el virus que ataca a tantos pueblos coloniales: la sombra yanqui. Aquí como en San Miguel de Allende, como en Mérida, como en Antigua, como en Sucre… Siempre carteles de «se vende» o «se arrienda» (sic) por doquier. Lugares que van a cambiar su fisionomía y su naturaleza en pocos años porque adinerados yanquis buscan un lugar tranquilo y soleado para retirarse y, por supuesto, sin ser conscientes de que lo que les ha llevado allí, la población, huye en masa ante el peso de sus dólares (venden por ocho mil y compran unos kilómetros más allá por cuarenta para seguir viviendo de lo suyo pero mucho más acomodados). Van a ser lugares, todos ellos y los que caerán, condenados a meros parques de atracciones. En el fondo, pensándolo bien, igual la estulticia yanqui le ha hecho un enorme favor a La Habana, Cienfuegos o Trinidad que siguen copando en mi escala los primeros lugares como pueblos coloniales más hermosos de Latinoamérica, aunque solo sea porque siguen habitados por lugareños con valores intactos. Mañana relax por «La Herioca» y a la tarde vuelo rumbo a Salento vía Pereira, en el Eje Cafetero, penúltima estación en la que espera el Valle de Cocora.

 

P.S. Gracias por los comentarios, Any. Te dejé una respuesta debajo. Suerte inmensa, de corazón, en tus futuros proyectos. Seguimos en contacto.

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