Mercerreyas

Viajando al corazón de Bolivia

Jueves, 22 de mayo de 2014

Bolivia
 
Bolivia
 

El texto, la foto. El texto, la foto. Viajando al corazón de Bolivia con el pellejo desollado de puro impacto a través de unos textos líricos y unas fotos inmensas. Hablo de algo anónimo e inesperado como todo lo especial, de una exposición difusa solo promocionada por un cartel en escala de grises sobre un caballete en un rincón oscuro de la Casa Nacional de la Moneda, olvidada por masas de chiquillos gringos que solo se ilusionan ante la perspectiva de bajar a una mina y perpetuar con sus vanos “regalos” a unos tipos que ellos creen que se pudren si no es por su compasión. Los límites de la estupidez turística se muestran infinitos por aquí, y lo hacen porque en esta exposición se refleja claramente que Bolivia, el maravilloso estado plurinacional, afronta con ilusión, y especialmente ingresos renovados, un futuro XXI mucho mejor, alejado de esa imagen que se perpetúa a través de tours machacones para adolescentes confusos que no entienden que el sufrimiento de ayer, irremediablemente, se ha ganado un trozo de pan y un trago largo de vino para muchos bolivianos de hoy. Que aquí también llegó la era industrial. Es una exposición en apenas un ala del lugar, cuatro salas interconectadas, en la que las miradas de los ancianos brillan, saltando desde las instantáneas, con un fulgor inédito porque tal y como se apunta allí en una cita “solo encontrarás el Paititi cuando logres arrancar de tus ojos el resplandor de la codicia”.
 
Ellos ya lo lograron, y en los estertores rememoran un mundo que ya no existe por Pulacayo, por Tarabuco, por Puesto Fernández y por otro montón de lugares dejados caer en el olvido, que nunca tendrán eco en su lenta agonía pero que siempre mostrarán una Bolivia de verdad. Un sueño en colores sepia que genera un huracán de nuevas ilusiones en la mente de cualquier viajero. Bolivia, la de verdad, se esparce en decenas de imágenes y palabras ancianas, evocadoras… ¿qué coño pinto en Potosí, arrastrado por la marea? Se habla entonces de esos tipos taimados, alemanes de ONG, que construyeron unos gallineros maravillosos en un pueblo perdido de Bolivia y consiguieron que los locales acabaran metiendo las gallinas en sus casas, yéndose ellos mismos a vivir a esos gallineros porque eran mucho mejores y confortables. También hay un punto para la sonrisa que mitigue el azoramiento. Se define después el dolor como la nada, un pueblo llamado Dolores al que nunca ir, del que jamás regresar.
 
También hay un punto para la épica. Se descubre, al cabo, un teléfono y una anciana con la vista perdida en el horizonte y ese gesto de mesarse las manos que tanta inquietud transmite. ¿Y cuando suena? Genial. También hay un punto para la soledad y el calor de una voz amada. Pulacayo y su desconocida lucha obrera. También caben la diáspora y la añoranza de los tuyos, de los míos. ¿Cuántas cosas caben en el testimonio de esos que jamás cruzarán su mirada con los viajeros por Bolivia? Tantas cosas, tantas ilusiones, tantos sueños… Y todos obnubilados, guiados de la manita por ese Potosí tan artificial que se dibuja hoy entre montañas de zinc y antimonio; mientras algún otro, ofuscado, comprende que Bolivia susurra un futuro regreso en la senda de las arrugas y los ojos hundidos, al calor de su mayor tesoro: sus gentes.
P.S. Los ladrones de guante blanco, los de sotana y alzacuellos, siguen pretendiendo salvar nuestra alma robándonos nuestra plata. Veinticinco dólares por filmar en el Convento de Santa Teresa. ¿Es una broma? Yo no pongo el precio, solo lo cobro. Pues devuélvame los cien bolivianos. Las extorsiones no van conmigo. El dinero regresó de la cajera a mi bolsillo y, de nuevo, rumbo a la oficina de información, como me paso en Kezmarok con la iglesia articulada, a poner una queja. No sirve, pero acalla la conciencia. Hablaba de los neo-hippies y sus negocietes, lo peor de lo peor, mas con la iglesia se dan la mano en su insaciable avaricia. Madre que los parió. Luego, cosas de la vida, la Casa Nacional de la Moneda en Potosí nos regaló esta magnífica exposición que dio que pensar y escribir…
Enlace al reportaje grafico.

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