Mercerreyas

Puebla, un lugar bien padre

Martes, 4 de octubre de 2016

Puebla

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Puebla era solo un «hola y adiós»

Suele suceder que, cuando menos lo esperas, la propia naturaleza de este México de mil caras te sorprende con un guiño a la belleza que te roba el aliento. Así es Puebla. Comprendida en origen como poco más que una escala para romper la monotonía de seis horas de bus que enlazan el distrito federal con Oaxaca, resulta que en Puebla uno se da de bruces con un núcleo histórico, puro colonial, que desarma al más exigente. Sus iglesias son el reclamo, pero es la sucesión de fachadas coloridas y la rutina comprendida como un disfrutar relajado de las vistas, el gusto gastronómico y la vida contemplativa lo que te asegura que sí, que ahora sí que estás en ese México que previamente dejaste en pausa tras un par de dolorosos «hasta pronto». Mañana toca despedirse nuevamente porque la ruta se trazó así, porque Puebla era solo un «hola y adiós», pero difícilmente podía imaginar mejor preámbulo para una Oaxaca a la que llevo mucho tiempo deseando volver.
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