Mercerreyas

Por el Angkor más clásico (II)

Domingo, 5 de noviembre de 2017

Ta Phrom
Ta Phrom

 

Es una bendición el hecho de que los días para visitar el recinto de Angkor ya no tengan que ser correlativos, como sucedía antes, ya que eso te da opción de pegar una vuelta por Camboya antes de volver al ataque. La consecuencia más inmediata, entre otras, es que no acabas saturado de templos como nos sucedía a muchos con el pase de tres días que obligaba a comprimir la magia de Angkor. En todo caso el pase de tres días sigue siendo una buena opción, y más cuando ahora éstos tampoco han de ser seguidos y te dejan una semana para gastarlos. De hecho yo sigo defendiendo que tres días es un buen timming para visitar Angkor siempre y cuando uno sea cuidadoso con la gestión del tiempo para cada lugar (visitar Chau Say Thevoda no necesita el mismo tiempo que Preah Khan, ni éste lo que puede necesitar Bayon) y la selección lógica de rutas (pretender ver Ta Som y el grupo Roluos el mismo día es ridículo, pillan en extremos opuestos).

No obstante, la mejor opción a la hora de plantearte seis o siete días de visita (la nueva diferencia entre el pase de tres días y el de siete es de solo diez dólares, mejor lo segundo teniendo tiempo libre), que además es la que yo he empleado, es centrarte los tres primeros días en templos secundarios o menos conocidos y dejar para el final los mejores. No cabe duda de que Bayon, Ta Phrom y Angkor Wat son los más destacados a decir de muchos y, precisamente por eso, lo más idóneo es distribuirlos en días distintos. Ayer tocó Bayon, hoy Ta Phrom y mañana Angkor Wat. Junto con Ta Phrom, muy cerquita además, están Ta Keo, fabuloso templo-montaña, y Banteay Kdei, indudablemente la mejor colección de apsaras del arte jemer. Ésa ha sido mi ruta hoy. En Ta Phrom siguen de restauración y han variado el recorrido, pero aún así es fácil salirte de la senda y encontrar rincones alucinantes solo para tus ojos (detalle de libertad que, por ejemplo, deja a templos como Beng Mealea dos peldaños por debajo). Es brutal comprobar cómo, año tras año, la naturaleza sigue modelando la roca, cubriéndola y levantándola, haciendo de Angkor, recinto de cuatrocientos kilómetros cuadrados, un vivero de templos vivos y dinámicos que se transforman para, a cada nueva visita, descubrir detalles que ayer no estaban. Decía mi madre que éste era el lugar más bonito de la tierra y, a fuerza de regresar y sorprenderme con cada visita un poco más, he acabado dándole la razón.

Mañana, queda dicho, es mi último día y pasaré por Angkor Wat junto a otro par de santuarios clásicos (Preah Khan es uno de los que tiene boletos). Eso si me deja el tiempo porque ha llovido hoy y llueve a mares ahora mismo en Siem Reap, se ve que los coletazos del tifón que asola el centro de Vietnam llegan hasta aquí. Pasado rumbo a Bangkok y a esperar a mi hermano mientras busco una escapada lateral de un par de días antes de que él llegue el día once.

Written by David Botas Romero
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