Mercerreyas

Eucalipto y granito: Guimaraes

Sábado, 31 de marzo de 2018

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Eucalipto y granito: Guimaraes

Cuando uno se aburre de contar eucaliptos a través de la ventanilla del tren, cuando duda de si habrá superado la frontera política para regresar a tierras gallegas siempre inundadas de este tipo de árboles, sucede que un castillo en lontananza se dibuja en lo alto de un otero y Guimaraes, imperio de roca granítica, cobra forma. Varios minutos han estado los vagones del tren escupiendo a turistas tras un viaje de poco más de una hora donde te sentías sodomizado por momentos. Tampoco es que aquello sea la panacea del viajero pero, vistas las (malas) referencias que traía, ha conseguido animarnos el día entre estampas de casonas blasonadas, casi castellanas, tal y como suele suceder siempre que las expectativas sestean en el congelador.
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Una iglesia potable, un palacio y un castillo de visita imposible por la huelga de funcionarios de museos, cuatro callejas de adoquín salpicadas por las necesarias tiendas de recuerdos y otra iglesia cerrada a cal y canto porque mañana es Domingo de Pascua (¿?), justo cuando ese debería ser el principal motivo para tenerla abierta de par en par mientras repican las campanas sin cesar. De los restaurantes paso de hablar porque basta decir que, viajando en estas fechas donde media España se concentra por estas esquinas (ayer de cada seis grupos de visita al Palacio de la Bolsa de Oporto, cinco eran en castellano), estaba cantado que iba a ser cosa muy difícil pillar un sitio no petado en el que la comida fuera reseñable.
Mañana rumbo a Coimbra con el regusto agradable de Guimaraes y la percepción de que, a poco que aquello y Lisboa redondeen, Portugal va a habernos merecido la pena, lo contrario suele ser el mayor anatema del viajero.

Written by David Botas Romero
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