Domingo, 4 de noviembre de 2018
Entre Chimú y Moche
“Más vale pájaro en mano que ser padre a los dieciocho”, suelta con energía el tipo de la radio. A veces es un descojono este país. La referencia a la masturbación inocua es tan de andar por casa en este Perú de castellano desordenado que pronto se olvida lo mediocre del plato que acaban de servir en este restaurante de poca monta y, casi, hasta la magia que envuelve al recién visitado Chan Chan. Casi.
Sucede que Chan Chan, en el orden lógico de cosas de Trujillo, no guarda momias ni ajuares pero sí un escándalo de resto arqueológico. Igual a un Nueva York uniforme por nevado, reniega de su naturaleza solo porque el tiempo le hundió tan profundo que las paladas del veintiuno se empeñan en negar a arqueólogos de bolsillos vacíos y galopante necesidad de financiación. Así de indómito se resuelve el misterio subterráneo del Perú moderno.
Resulta que, en ese caos soplado por el tiempo de millones de olas pacíficas pero mortales, entre montañas de arena levantadas por la brisa, todavía se adivina un milagro de barro y adobe donde los motivos animales dan color. Tan extraño como hermoso, Chan Chan es la guinda Chimú a un tour que ha arrancado entre las huacas (templos montaña piramidales) del dragón y esmeralda.
Posteriores al imperio Moche, se da la obvia circunstancia de que los chimúes, al ser un pueblo básicamente marítimo, construía cerca de un mar cuyo salitre y poder ha dañado su legado hasta el extremo. Sin embargo, incluso en las cercanías de Trujillo se encuentran huacas mochicas sobresalientes, mejor conservadas, como las del sol y la luna. Y parecía que la Dama de Cao era el no va más… Otro museo excepcional, otra colección de alfarería decorada con escenas para no olvidar, otra referencia a las muertes rituales para aplacar con sangre los distintos estragos que El Niño causaba (y causa) en la región,…
Una civilización como un agujero negro de profundidad y de la que hoy apenas se conoce lo básico. Murales sorprendentes que poco a poco van rescatando los arqueólogos de un mar de arena y adobe.
De regreso a la azotea del bar Huanchako, la cerveza quiere saber más rica ya que Trujillo ha desvelado un filón de secretos mochicas que son solo un breve aperitivo. Seguirán, desde mañana, un poco más al norte, en las cercanías de Chiclayo, territorio del Señor de Sipán.
Escrito por:David Botas Romero
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