Mercerreyas

Atenas o las barbas del vecino

Jueves, 3 de enero de 2019
Atenas


Atenas o las barbas del vecino

Antes de ayer fue día uno. De enero. Ayer dos, y hoy tres. Un año, dos años,… Los aniversarios tienen su importancia, el carácter cíclico de las cosas, ajenas al azar, mucho más. Entristecido, pienso en ello mientras una Atenas desdibujada por la lluvia y la crisis, especialmente esto último, se esfuerza en llamar mi atención desde decrépitos edificios y persianas echadas, todo ello pintarrajeado de mala manera, escupiendo odio contra ese bello arte que son los grafitis. Los añicos, si prestas atención, no están solo en la Acrópolis o el museo fetén que han montado a sus pies. Si abres bien los ojos descubres que estás permanentemente rodeado de ellos en forma de despojos y miseria humana. 


Dudo mucho que, si caminas por las grandes avenidas o por la estéril zona de Plaka, con su boato y artificio para güiris, llegues a percibirlo. Forma parte de la mayúscula hipocresía en que ha devenido el turismo, esa tan expandida forma de viaje comercial. Pero si te animas a dar unos pasos hacia cualquier costado comprobarás que Grecia, Atenas especialmente, es la más palpable muestra de este sinsentido (ahora más tras el Brexit) que es la Unión Europea. 


Atenas está hecha unos zorros, y no hablo de su apartado histórico, que uno ya es consciente de que venir a visitar Grecia histórica implica ver solo un cuarto de lo que hubo porque el resto se lo llevó el tiempo… Y otro poco los británicos, claro, como pasó con la cariátide que falta del Erecteón. Similar a lo de los franceses y Egipto. El caso es que provoca una depresión supina no solo la presencia permanente de negocios cerrados, olor a orín, indigentes en cada soportal o contenedores desparramados, sino esa atmósfera entristecida y derrotada que rodea a los atenienses. Y esta resignación es bastante peor. Atisbaron un rayo de esperanza con Tsipras y éste, después de preguntarles (claro, Grecia es la madre de la democracia real, no la que se nos vende en casa donde siempre ganamos los que nunca votamos pero nunca nos dejan gobernar aduciendo que la baraja no nos pertenece), les dejó colgados alargando su agonía. 


En la Atenas de hoy, recordando el dicho de las barbas del vecino, uno se acojona mucho viendo cómo la clase media está en pleno proceso sumario de ejecución en ese patíbulo impostado que ha montado una cuadrilla indeseable de burócratas desde Bruselas. Hay avenidas de tiendas caras, para pocos pudientes, y hay un maremagno de espíritus que malviven abrasados a impuestos porque el país cierra una deuda con otra mayor. Antes impagable, ahora ni te cuento. Gasolina para el fuego. El famoso Varoufakis, exministro de finanzas, tuvo la osadía de llamar a las cosas por su nombre, de desdeñar al nefasto euro y de enfrentarse a la camarilla franco-germánica. Pronto le limpiaron el forro y condenaron al silencio. 


Los añicos de la Grecia helénica, los que fueron arrasados por tiempo y persas, no son nada comparados con los espíritus condenados al hambre y falta de dignidad que lucen el cartel de refugiado de guerra o despojo de Bruselas. ¿Conoces el significado de tragedia griega? Harías bien en conocerlo, especialmente si deseas visitar este hermoso país, porque, a día de hoy, Atenas solo transmite una cosa: ser una tragedia de proporciones aún no definitivamente calibradas. Lo puedes comprobar tras cada esquina, allí donde el vecino ya luce lampiño de alegría por vivir. Y cuando sus barbas veas pelar…

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Written by David Botas Romero
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