Mercerreyas

Excursión por Meteora, desde Ypapanti hasta Kalambaka

Lunes, 31 de diciembre de 2018
Ypapanti


Excursión por Meteora, desde Ypapanti hasta Kalambaka

“Muy pocos conocen hoy en día la etimología de la palabra eremita, derivada de la griega “eremos” que significa desierto. Se usó en los primeros siglos de la cristiandad para describir a los ascetas que se desvinculaban de la sociedad para vivir aislados en los desiertos de Egipto, Siria y Jordania. La figura de los eremitas, más de un milenio después, ha pervivido como la de aquellos que fueron los primeros en ocupar cuevas de acantilados (incluidas, por supuesto, las decenas que oferta el entorno de Meteora) por motivos puramente religiosos.” 

“Epitaphios: tapiz rectangular representando (bien pintado o tejido) el embalsamamiento de Cristo tras bajarlo de la cruz, rodeado de la Virgen, José de Arimatea, Nicodemo, Juan, ángeles y las “mirradoras” (en el cristianismo ortodoxo, esta última figura de mujeres anónimas aparece ayudando a embalsamar a Cristo mientras que en el cristianismo católico aparecen únicamente como testigos de la resurrección de Cristo al encontrar su tumba vacía. En todo caso, atendiendo al Nuevo Testamento, estas mujeres portadoras de mirra estaban allí, y los epitaphios lo reflejan así). Estas telas son sacadas en procesión cada Viernes Santo apoyadas en una base de madera o metálica, una representación de la Piedra de la Unción (otra creencia cristiana sin base histórica) sobre la que se depositó el cuerpo de Cristo hasta su resurrección.” Apuntes de folleto turístico (primer párrafo) y Museo del Monasterio de Varlaam (segundo párrafo) 


Una ruta más que decente para realizar otro día por Meteora es la que me ha llevado hoy desde el monasterio Ypapanti hasta el de San Nicolás a través del monasterio del Gran Meteoro. En total son unos cinco o seis kilómetros caminando el tramo de ida, arrancando en el centro de Kalambaka para llegar a Doupiani, una mole pétrea junto a Kastraki, y enlazando allí una carretera que parte desde detrás de este hito y acaba a los pies de este precioso y desconocido monasterio, Ypapanti, recientemente restaurado. La visión de él desde el farallón adyacente es fabulosa, recordando muchísimo al monasterio colgante en las afueras de Datong, China, pero, obviamente, en un estilo europeo.

Hasta aquí todo ha sido llanear, con ligeras subidas y bajadas, y ahora el camino torna hacia arriba (muy llevadero, sin pendientes duras) por un sendero entre robles que regala vistas increíbles de las moles y la llanura septentrional. Con franqueza, Meteora es un deleite desde abajo, pero desde arriba, a poco que escales, es sublime. Pronto se alcanza el monasterio del Gran Meteoro, donde ha arreciado una ventisca de nieve, y desde allí se baja por la brecha que se abre entre el monasterio del Gran Meteoro y el de Varlam para alcanzar el monasterio de San Nicolás, otra preciosidad que ayer se me quedó en el debe, y, nuevamente, la mole Doupiani.

Desde aquí solo queda desandar lo andado por carretera para volver a Kalambaka. En total son unos doce kilómetros de ruta, increíbles de bonitos desde que empiezas a ascender en Ypapanti, que se cubren en aproximadamente cinco o seis horas tomándolo con calma (yo he salido a las once y he regresado para las cuatro y media). Estos senderos no están señalizados pero tenéis mapas en las librerías de Kalambaka o, más sencillo aún, usando el GPS del móvil junto a la aplicación maps.me es imposible que os perdáis. 


Meteora, queda claro, es un entorno tan deslumbrante que justifica de sobra su fama (la de veces que mi madre me sugirió venir, tantas como hoy la he recordado subiendo cuestas o bajando escalones) y, en mi caso, no creo que tarde mucho en regresar a ella como suele suceder con todos esos lugares que, por distintos motivos, se me clavan en el corazón.

Caminatas moderadas sin desniveles brutales, del estilo de las que mejor casan conmigo, e instantáneas imposibles de olvidar acumuladas ayer, sumadas a éstas que os dejo de hoy, son la mejor garantía. Ahora, con la felicidad impresa en las retinas y el frío de la nieve fuera del vagón, tiempo para teclear estas breves líneas mientras regreso a Atenas en el tren directo de la tarde. Mañana Dios dirá pero, por lo pronto, ¡¡¡feliz año 2019 para tod@s!!!

Enlace al reportaje grafico

Written by David Botas Romero
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