Mercerreyas

Resumiendo Irán

Martes, 12 de marzo de 2019

Resumiendo Irán

Cuesta definir y valorar un país de las dimensiones de Irán (tres veces España) por un viaje de apenas dos semanas. Y cuesta, especialmente, porque uno desearía ser más justo en su análisis pero la realidad de lo visto y vivido muestra un país terriblemente devaluado en su vertiente económica lo que, de resultas, hace imposible establecer una justa relación calidad-precio, si es que eso admite lugar en ningún sitio. Lo indiscutible a fecha de marzo de dos mil diecinueve es que Irán está regalado. Comer un shish kebab con arroz sale por euro y medio, una noche en hostal, habitación privada con baño, diez euros y el transporte, que tantas otras veces se come el presupuesto si andas justo de días y te ves obligado a moverte a diario, es ridículo de barato, del orden de ocho horas de bus por tres euros o seis de tren por dos. 


Teherán pasó en un vistazo porque ya tenía referencias de que es una mega-ciudad anodina. Lo justo para cambiar dinero en Ferdozi, adquirir una tarjeta sim y paladear el Palacio de Golestán, que llama la atención porque acabas de llegar, básicamente.

 
Shiraz es un lugar con rincones muy hermosos. Dentro de su etiqueta de ciudad de poetas, su carcasa es vulgar pero su parte histórica es preciosa. Destacados el jardín Eram y el de Naranjestan. Sus mezquitas son fabulosas y la tumba de Sadi destaca más por ser el mausoleo de quien es que por su arquitectura. Si a esto le sumas que el mayor recinto arqueológico del país, Persépolis, queda a un palmo, pues ya tienes las condiciones imprescindibles para incluirla en tu lista. 


Kerman es, básicamente, un bazar mágico. En mi opinión el más auténtico de todos los visitados, y además la gloria derrocada de Bam no pilla lejos y es un lugar que, ahora más que nunca, hay que visitar independientemente de que compunja el alma. De todas las ciudades de la ruta es en Kerman donde más a gusto me he sentido. 
Yadz ha supuesto una contundente decepción porque más allá de su inmaculada mezquita no muestra atractivo poderoso. La vanaglorian por su centro histórico de adobe que sí, tiene un pase, pero después de ver las ciudadelas de Bam o Rayen, incluso el mismo Kashan, no termina de redondear. Se salvan, sin duda, las torres del silencio y la aproximación a esa religión sorprendente llamada zoroastrismo. Ellas hacen mágico un decorado ocre, tanto en lo emocional como en lo palpable, que a duras penas sobresaldría en ningún folleto turístico. 


Isfahán, por su parte, no es medio mundo, pero sí mucho más de medio Irán. Así de claro. Luce palacios, jardines y, en especial, mezquitas absolutamente monumentales. Vayas donde vayas encontrarás un motivo para la admiración y, además, sus iconos se muestran a cascoporro, nada de tres sitios mal contados. La Plaza Real es imperdible y ese rincón olvidado llamado Palacio Hasht-Behest a mí me robó el corazón por su decadencia tan impactante. El Bazar Honar, justo al lado de éste, es un fabuloso callejón de joyerías donde se ven diseños exquisitos y a buen precio. La artesanía, por su parte, también encuentra en Isfahán su capital ya que todo el perímetro de la Plaza Real está destinado a chucherías para turistas. El bazar Bozorg, remarcado como muy atractivo, a mí me pareció absolutamente prescindible. 


Y Kashan, estación final, ha resultado una guinda apetecible para un país que, sin embargo, a mí no me termina de cuadrar. El ritmo es más pausado en Kashan, sus casas históricas un derroche de filigrana en estuco y el jardín Fin un excepcional lugar para acercarse al epítome de jardín persa que luego sirvió como modelo para jardines en confines desde India hasta España. A Kashan llegaba con la gasolina en reserva, sin muchas expectativas y, desde luego, se ha convertido en mi favorito iraní junto a Kerman. Pero aquí destaco justamente el detalle de que no me termina de cuadrar Irán porque, de algún modo, y tal y como Kashan me ha encantado sin esperar nada, de Irán esperaba mucho y por eso me llevo un punto de decepción del país. Con franqueza, me lo habían pintado tan sublime que no puedo reprimir la profunda decepción que sentí en lugares como Pasargada, Yadz, Meybod, Kharanaq o Mahan. No solo eso, de Shiraz y Persépolis esperaba un poco más. Otro punto negativo, el sablazo del visado. Setenta y cinco pavos son una verdadera aberración aunque sí es cierto que el hecho de ser “on arrival” facilite muchísimo este engorroso trámite burocrático. 


¿Recomendaría Irán? Pues sí, es una aproximación única a una sociedad rodeada de cultura árabe que ha mantenido personalidad y señas de identidad tan únicas como inconfundibles. Solo por su historia ya merece la pena venir, claro que sí. ¿Lo recomendaría por encima de Turquía o Jordania? Ni para Dios. Incluso siendo un país regalado como es a día de hoy, no alcanza a la belleza histórica y natural de esos otros dos. Ítem más, Irán es un país que obliga a adaptarte a sus circunstancias especiales como son la prohibición de alcohol, el nulo conocimiento de inglés por la mayor parte de su población, la censura de internet (aunque si has podido leer ésta y anteriores entradas es porque este asunto tiene fácil solución con un proxy), el uso del chador femenino o la permanente sensación de vivir en una sociedad donde la libertad femenina está profundamente socavada. Eso no significa que la mujer no dé la sensación de ser feliz, más bien creo que es algo cultural e interiorizado por ellas del mismo modo que las generaciones jóvenes asumen el extremismo religioso imperante sin cuestionarse un ápice su conveniencia o validez.

 
Irán, y termino con esto, es un destino cómodo para visitar, repleto de gentes amistosas, seguro al límite (visto cómo se las gastan aquí imagino que ningún ratero se juega doscientos latigazos por una cámara o una cartera) y que en su recorrido clásico cuadra perfectamente en un par de semanas. Eso sí, a mí que no me esperen por aquí en corto plazo. Lo digo porque si este recorrido que aquí termina aúna lo más granado del país, y no ha terminado de engancharme, pues ni imaginar quiero lo que pueden esconder otros lugares aparentemente menos interesantes como Tabriz, Kermenshah o Mashad. 


P.S. Las fotos de hoy corresponden a Abyaneh, una población de montaña distante setenta kilómetros de Kashan. Pasa por ser un reducto histórico con un núcleo urbano bien conservado pero, una vez más, puntúa por debajo de lo esperado. 


Hora de entonar el mea culpa porque debido a tener la cabeza y el corazón en otro lugar no he podido preparar bien este viaje en su contexto histórico. Así de pobres y rotos de dolor han quedado los textos. Pero no quiero marchar de Irán sin citar un último apunte histórico, el de los jóvenes del Basij, la milicia creada por Jomeini para movilizar a niños y ancianos en la guerra contra Irak.

 
Se muestran por todas partes imágenes de militares, críos jovencísimos de barba recién estrenada. Por motivos más que comprensibles (posee hidrocarburos), Irán parece vivir en una amenaza permanente y el rol del ejército es palpable casi a cada paso. Siempre hay una referencia, bien un cartel, bien un uniforme caqui, bien un rostro que te observa desde otro mosaico de azulejos. Con ellos, como digo, es imposible no recordar a los críos de la contienda bélica con Irak. Éstos se lanzaban sin temor, con sus doce o quince añitos, a los campos minados iraquíes en la certeza coránica de que les esperaba el paraíso.

Ante los campos de minas no se atrevía nadie, y los animales que pretendían usar los iraníes (mulas o perros) huían despavoridos en cuanto el primero estallaba por los aires. Jomeini, ese tipo tan idolatrado aquí, ideó un plan espeluznante: compró quinientas mil llaves de plástico y las puso en el cuello de críos, mandándolos a primera línea de batalla, asegurándoles que esa llave abría la puerta del paraíso. La primacía en el factor armamentístico y militar corría del lado de los iraquíes, pero los iraníes, en base a factores tan abominables como éste, disponía de mayor capital humano. Se cuenta que los críos se envolvían en una sábana y se revolcaban en el barro antes de ir a morir, en la confianza de que su cuerpo no quedara desperdigado y pudiera ser enterrado de un modo, más o menos, intacto. Finalmente, Irán pudo recuperar el territorio anexionado por el Irak de Sadam Hussein.

 
Como éste, ya digo, tantos otros detalles y textos culturales e históricos de Irán que se me han quedado pendientes. Lástima de circunstancias y dolor que atenaza, suerte de planeta que nunca dejó de ilusionar. Siempre fui honesto, di todo lo que podía dar y jamás prometí lo que no podía ofrecer. Irán ha sido otro pañuelo de lágrimas pero mi conciencia, aunque azotada por angustias nocturnas fruto del dolor, amenazas incomprensibles y desengaño, viaja igual de tranquila que siempre. Estando todo así de reciente, no era posible imaginar un viaje de placer sino este vía crucis que el mundo, como ya hizo antes, va enjuagando. Ahora sí, rumbo a Uzbekistán.

Enlaces al reportaje grafico

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias