Mercerreyas

Borobudur: admirable superviviente

Sabado 11 de Mayo de 2019

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Borobudur: admirable superviviente

Aunque cueste creerlo existe un templo fuera de lo común, de dimensiones pantagruélicas, y que sorprendentemente resiste en tierra musulmana a terremotos, volcanes y ataques terroristas sin apenas inmutarse. Borobudur, así se llama, es un viaje interior en sí mismo, un microcosmos de lucha humana transformada en fe budista partiendo de las tentaciones y reencarnaciones, ascendiendo por un samsara de aristas y coronándose en una plataforma circular plagada de estupas y budas que simbolizan la iluminación.

Mil trescientos años de existencia, aún más paneles tallados con un asombroso nivel de detalle, más de dos millones de sillares encajados o tallados y un único turista que, por más veces que lo visita, no deja de mostrar su estupefacción tras cada esquina. Aluciné en dos mil siete, no daba crédito hace tres años y hoy, se supone que ya inmune a la sorpresa, todavía sigo encontrando detalles y ángulos que proclaman a los cuatro vientos que, efectivamente, Borobudur y Yogyakarta son capaces de rivalizar, a su manera, con Angkor o Bagan, solo por citar los dos más afamados y cercanos sitios arqueológicos de renombre mundial. 

Sigue siendo una pequeña tortura llegar desde la terminal Jombor en Yogyakarta, incluso más doloroso resulta de primeras la hostia que te calzan en la entrada (ya más de veinte euros), pero todo sucumbe como un azucarillo en el té del diablo cuando te acercas a esta mole que aúna a medias precisión, ingeniería y arte humano. Las escenas se desparraman resbalando de la diamantina piedra volcánica al tiempo que los budas se multiplican y, a lo lejos, como sumándose al espectáculo, un océano de verdor tropical se funde entre la bruma para dotar al escenario de ese aire etéreo imposible de alcanzar fuera de este rincón del planeta bendecido por el iluminado.

No obstante, la mayor amenaza que se cierne sobre Borobudur, incluso más destructiva que los propios avatares naturales o terroristas, tiene nombre y apellidos: turismo descontrolado. A estas alturas, tal y como sucede en otro largo rosario de patrimonios históricos, no son pocas las voces locales que reclaman un control de acceso al templo para evitar un deterioro que, si bien hoy no es tan palpable gracias al control que ejercen UNESCO y el propio gobierno indonesio, a la larga amenaza con derribar este milagro único de nuestra especie.

Con todo yo sigo sosteniendo que lo más espectacular de Yogyakarta no está hacia el oeste budista sino hacia el este hinduista. Acaso porque siempre tiré por Prambanan, mañana toca volver a recorrer su caleidoscopio de templos estilizados que, con un poco de suerte (y tiempo), incluirán los desconocidos Candi Plaosan y Candi Sambisari. Después del relax vuelven la tralla y los madrugones para devorar más y más cultura de este sudeste de Asia que tan bien nos trata.

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Escrito por: David Botas Romero

En:http://botitasenasia.blogspot.com/

Mail:botasmixweb@hotmail.com

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