De Pindaya a Kakku

Nuevo día de excursiones por las cercanías de Inle. Acaso sería más correcto emplear lejanías no por la distancia, sesenta kilómetros en ambos casos, sino por el tiempo que se necesita para llegar a ellas, hasta dos horas en coche desde Nyaung Shwe. Las cuevas de Pindaya, al noroeste, venían apuntadas en rojo porque las tenía ganas desde hace tiempo y, la verdad, no decepcionan un ápice. Básicamente es una gruta revirada con salas inmensas donde los fieles han donados miles de figuras de Buda creando un espectáculo alucinante en lo estético. E incluso más atractivo visualmente resulta Kakku, hacia el sudeste del lago, con sus centenas de estupas apiñadas en hileras lo que le transfiere un efecto casi pertubador, aun más si sopla la brisa y empiezan a tinitinear las centenas de campanillas que rematan los htis. 

Hasta aquí lo dichoso porque ahora toca recorrer once horas de bus nocturno hasta Yangon y mi tripa está hecha un Cristo. Imposible meter nada de comida porque me retuerzo de un dolor que, supongo, nuevamente será fruto de la tensión y toda la angustia acumulada durante meses y años. Imagino que no es lo más normal tomarse una manzanilla ardiente cuando se ha ido la luz, no hay aire acondicionado y uno suda la gota gorda, pero entre la infusión y el sueño que llevo confío en quedarme dormido pronto a bordo del bus y no sufrir demasiados apretones.