Mercerreyas

La madre de todas las estupas

Martes 7 de Mayo de 2019

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La madre de todas las estupas

Shwedagon se llama y es un lugar tan especial que, en mi opinión, destaca como lo más hermoso de Myanmar junto con Bagan. Quizás no impacte su estructura con forma de campana pese a los kilos de oro y gemas que coronan su parasol, puede que tampoco sus múltiples capillas donde se admiran budas de toda clase y condición, pero lo que eriza el vello, lo que convierte su visión en un recuerdo imborrable, es la constante y sostenida oración compartida por centenas de bocas a cualquier hora del día. Shwedagon es un icono vivo, que no solo se ve sino que se escucha, se huele y se adapta a los fieles, verdaderos protagonistas del lugar gracias a que la honran y adulan desde cualquier rinconcito.

Hemos podido visitarla a primera hora porque el bus desde el lago Inle nos ha dejado en la estación a eso de las cinco de la mañana y la habitación no estaba lista. Ni tan mal porque siempre he mantenido que este sagrado lugar se disfruta más a primera hora, lleno de fieles abnegados en su oración, y a última, cuando los focos roban poderosos destellos aúreos a la inmensa estupa. También, en una jornada que ha arrancado bien temprano, nos ha dado para visitar otras pagodas de esta ciudad que de un modo tan obvio muestra esa definición que siempre hago de este país: Myanmar es donde se fusionan India y Sudeste de Asia. Esta polucionada, sucia, repleta de hedores nauseabundos, cada vez con un tráfico más infernal,…

Y para mí sigue siendo un lugar que me enamora a cada visita. Sucede que me cuesta comprender y adaptarme al ritmo de vida de las grandes capitales asiáticas, pero poco a poco he aprendido a apreciar Bangkok, Hanoi y hasta este Yangon que muda de piel a cada día. No recuerdo si ésta es la cuarta o quinta visita que hago en trece años pero sí puedo asegurar que es una ciudad de calor tórrido en cualquier época, que pese a ello avanza a una velocidad vertiginosa (grandes torres y grúas se confunden con un parque móvil novísimo) y que de aquel dos mil siete, cuando las ratas jugueteaban entre los pies y los longuis, la falda típica que usan los birmanos, asomaban deshilachados, ya queda bien poco. Prima-hermana de Bangkok, deseosa del ímpetu juvenil y dinero fácil que amasa aquélla, es segurísimo que la encontraré completamente cambiada y evolucionada el día que pueda regresar.  

La verdad es que tenemos motivos para estar felices porque hemos visto mucha, pero mucha Myanmar (incluso nos da tiempo para visitar mañana la localidad de Bago) aunque, eso sí, lo pagamos con un cansancio acumulado del copón por kilómetros recorridos bajo un sol que ajusticia. Bien, los cuerpos aún aguantan pese a achaques temporales (ninguno tenemos veinte años) y ahora arranca una fase de viaje más vacacional y suave, por decirlo así, en tierras de Java donde aguarda más cultura en Yogyakarta pero también un poco de playa, la naturaleza salvaje del volcán Bromo y la siempre apetecible isla de Bali con sus innumerables atractivos. Lo más complejo está hecho, ahora toca bajar revoluciones y disfrutar de las vistas que regala el camino.

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Escrito por: David Botas Romero

http://botitasenasia.blogspot.com/

Mail:botasmixweb@hotmail.com

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