Mercerreyas

Badoli, un alivio monumental

Viernes 27 de Septiembre de 2019

Badoli, un alivio monumental

“Estúpido solemne”, se leerá en mi panegírico. Es imposible comprender, de lo contrario, cómo demonios insistí en cubrir, a través de buses públicos, los noventa kilómetros que separan Bundi de Badoli. Si después de muchos viajes por esta tierra aún no he comprendido que carretera, incluso autopista, se traduce en India por camino de cabras cuarteado tras el monzón feroz, es que no he aprendido nada. Lo peor es que la mitad del camino, hasta Kota, ya lo conocía; lo demencial, entono el me culpa, es que me dio por pensar que otros cincuenta kilómetros no tenían por qué ser peores. ¡Vaya si lo han sido! 


Hubo un tiempo en que Pattadakal, en Karnataka, y sus templos redimensionados al mínimo ostentaban el honor de ser la más hermosa por manejable concentración de belleza pétrea en este país. Y hubo otro en que, cuando India todavía era tan económico que la literatura costaba menos de lo que valía, Baroli se me apareció en una revista de viajes local, adquirida por un euro en un kiosko olvidado de Delhi. Entre medias habitaba un revelador texto en inglés y un par de fotos lo suficientemente inolvidables. Hoy, de resultas, se acabó la espera y, con ella, Pattadakal tiene quien le rivalice desde la humildad. 


Con los huesos bailando, pese a la lluvia intermitente, Badoli ha resultado ser un lugar encantador capaz de rememorar con firmeza la gloria de su primo hermano en Karnataka. Es un recinto enclaustrado en medio de una tupida selva, hecha parque por acción del hombre. Si bien los tres primeros santuarios son poco inspiradores, una vez cruzas un puentecito ya te topas con esta preciosidad olvidada. Se desparrama el panteón hinduista por centímetros imposibles y las voluptuosas apsaras, de grácil figura, brotan de pilares e incluso techos. No hay nadie por allí, apenas un par de turistas locales. Con mil años de historia, sorprende su casi perfecto estado de conservación. Como de costumbre, mucho mejor allá donde no alcanza la mano humana ni el mono juguetón. Doy un paseo, admirado, y me planto frente a Gatheswara Mahadev. Si la torana es de nota, rozando la de aquellos templos en Belur, sin salir de Karnataka, sus artesonados resultan hipnóticos. Cuesta creer que pueda existir un lugar de tamaña belleza lejos del radar turístico.

 
Al salir como un poco de fruta y regreso al próximo núcleo sureño de Rawatbhata, a tres kilómetros. Podía enganchar aquí el bus, porque los templos pillan al lado de la carretera que seguirá el autobús dirección norte, pero si bajo a la estación de Rawatbhata me aseguro un asiento. Consciente de que me espera otra coctelera de huesos de hora y media hasta Kota, y otra más para alcanzar Bundi, ¡cualquiera se la imagina sin poder ir sentado! Pese a ello, con el recuerdo mágico de Badoli, los socavones seguro que son mucho más llevaderos.

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias