Mercerreyas

Ayutthaya, enésimo viaje al pasado

Domingo 17 de Noviembre de 2019

Ayutthaya, enésimo viaje al pasado

Con todo lo que he escrito de Ayutthaya, parece mentira que me siga regalando momentos tan deliciosos entre sus templos derrotados, resumidos en ladrillos desgastados y corroída piedra laterita. Siempre le he guardado un cariño inmenso a este reducto histórico siamés, capital de la nación hasta que las hordas birmanas lo saquearon en 1767.

 
Saliendo al mediodía del hotel en Huai Khwang, por aquello de ganar unas horas de sueño que esta noche me faltarán (marcho hacia el aeropuerto a las cinco y media de la mañana para coger el vuelo a Nagoya), no las tenía todas conmigo de que pudiera ver lo más importante del lugar. No me ha sobrado tiempo, tampoco me ha faltado. He montado en un moto-taxi rumbo a la terminal norte, a toda hostia Ratchaphisek abajo, y, una vez allí, en apenas diez minutos salía mi minivan a Ayutthaya. Todos tailandeses excepto una parejita francesa que, a tenor de lo que han tardado en caer dormidos, juraría que venían del tirón desde su país.

 
Tres horas en Ayutthaya, lo conozco bien, dan juego de sobra para comprobar lo que quería: que sigue maravillando en su tenue ocaso y que, más importante, está infinitamente menos saturado de turistas que Bangkok. Arranco por Wat Mahathat, con su célebre cabeza de Buda atrapada entre los brazos de un baniano; sigo por un templo que no conocía, repleto de gallos de cemento pintados en alegres colores (el gallo es el símbolo de esta ciudad) y una preciosa figura del iluminado en la mudra de entrar al Nirvana; me vuelvo a recostar en los recovecos del prang más hermoso (por encima de Wat Ratchaburana) como es Phra Ram; compruebo que a Si Sanphet le sigue faltando un chedi para redondear su nombre (si significa cuatro); pongo unos inciensos frente a la belleza nívea del Buda de Wat Lokaya y termino, para variar, admirando la majestuosidad de Wat Chai Wattanaram, con sus espiras quebradizas rascando el ocaso. Este último, por cierto, ahora bulle de turistas tailandeses. En realidad, todo Ayutthaya lo hace. Y es una circunstancia que me alegra sobremanera.

 
Ha salido un día fantástico. Lo cierto es que, después de lo insoportable de abril-mayo-junio, es un verdadero placer poder pasear bajo un sol mucho menos fiero. Si se levanta la brisa ya es el no va más, y, si no lo hace, basta esperar a la puesta de sol para enamorarse perdidamente de este país. Igualmente vas a sudar, pero es que, en aquella época, el mero hecho de respirar bajo las vaharadas ardientes de crematorio que incineraban los pulmones ya era una bendición.

 
Pongo, para acabar, cuatro datos prácticos dado que mi hermano Roberto viene en unos días y es probable que repita esta visita que he hecho hoy. Antiguamente se podían coger las minivans para cubrir los setenta kilómetros que separan Bangkok de Ayutthaya en Victory Monument. Ya no. Ahora se ha trasladado aquel maremágnum y descontrol a una terminal de furgonetas frente por frente a la tradicional estación de Mochit, al norte de Bangkok. Se puede llegar en taxi, moto o, si queréis ahorrar, metro a Chatuchak Park o skytrain a Mochit (ambas estaciones están pegando una de otra) y de allí lo mismo, taxi o moto (la aplicación Grab también funciona para ambos vehículos) hasta la terminal de furgonetas. En diez minutos os ponéis allí si usáis metro o skytrain hasta estas dos estaciones que comento.

La minivan tarda poco más de una hora, cuesta sesenta bahts y os deja en la estación central, no en la periférica. De allí es un kilómetro andando hasta Wat Mahathat y todo el clúster central de templos en la parte insular de Ayutthaya. Andando tres o cuatro kilómetros cubres la mayoría. Wat Chai Wattanaram pilla en la zona occidental, al otro lado del río y fuera de la isla, y lo mismo sucede con Wat Yai Chai Mongkhon, pero en el lado oriental. A ambos se puede ir en tuk-tuk por un precio que no debería superar los cien bahts nunca. La vuelta se hace en minivan desde un puesto situado muy cerca de la terminal. Cuesta setenta bahts (no me preguntéis por qué cuesta diez más que en sentido inverso) y lo mejor es que hace una parada en el punto donde se juntan las estaciones de Chatuchak Park y Mochit, por lo que podéis enganchar directos el metro o skytrain a vuestro hotel.

También se puede ir en tren, pero es un coñazo además de que los trenes tailandeses destacan por su impuntualidad y retrasos, por no hablar de que la estación de tren en Ayutthaya está bastante alejada. Obviamente, no se necesita saber una palabra de tailandés para hacer esta bonita excursión porque cualquiera os va a entender aunque habléis en swahili. Vamos, que en cuanto pronunciéis “Ayutthaya” o “minivan to Bangkok” sabrán lo que buscáis y os indicarán cómo organizaros. Por fortuna Isan queda mucho más lejos, jajaja. ¡Vamos para Japón!

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias