Mercerreyas

Huai Khwang o aprender a perder

Sabado 16 de Noviembre de 2019

Huai Khwang o aprender a perder

Bangkok tenía anoche esa capacidad, en un aniversario de cumpleaños por el cual regresé apresurado hace un año solo para estrellarme contra la desesperación bañada en deseo carnal, de identificar un problema al tiempo que aportaba la solución. Siempre supo cómo apretarme las tuercas por mucho que pretendiera ignorar cuánto de paciente por resabiado cabe en este corazón. Y es que las prioridades absolutas en esta megalópolis, cuando no necesitan armazón, se entierran en vigilias de derrota para resucitar en chispazos de deseos ardientes que ni caducan ni se anticipan. Huai Khwang, de resultas, ya no era una promesa permanente de vida en su justa dosis. Prometo que hasta hace cuatro años lo era. Pero la pasada víspera, ahogado en otro karaoke, la ciudad que recordaba crepitando en tragos nocturnos me despertó con un puñetazo de “nunca más” directo al mentón. Y, aunque suene contradictorio, fui endiabladamente feliz con el epitafio. 


Puede que ya sea un poco puta, que diría mi tío Tuto, o puede que justo lo suficiente para entender que dar toda el alma a cambio de una promesa de palabra es una ecuación propia de corazón auto-engañado. A la realidad de once meses de silencio, venganza y amenazas me remito. Sí, ya soy lo suficientemente puta como para entender que hacerme sentir (injustamente) culpable es un recurso que no gestiono del todo bien, y que lo devolví con humildad y silencio cuando tocaba silencio. Aquel pésame mudo, respetuoso, fue el necesario por último síntoma de cuánta verdad encerraba éste mi camino vilipendiado. Una relación como Huai Khwang, donde el corazón que ayer me arrastró a sus orillas o me depositó en éstas (salir de la artificialidad y desenfreno de Khao San) es el mismo que mañana me llevará un tramo más allá. Y asumo ambas situaciones con idéntica boca cerrada, meditativo, agradecido y aquiescente. Dieron lo que podían, no soy nadie para reclamar por qué nunca más. 


En las venas de la noche y luces rojas de Huai Khwang era tan sencillo enumerar las teselas de un amor impostado como empoderar la paciencia y la confianza plena en uno mismo. Por muchos regresos duró el sortilegio. Pero todo tiene su final, aunque sea tan digno de elogio como el que se me escapa por lo bajini cada vez que, barrio auténtico, veo a sus críos bañarse en cubos de plástico bajo deslumbrantes luces de neón que destellan en futuristas edificios de acero. La noche, no obstante, pudrió la simpatía y se tiñó de ese pulso acelerado, propio de otras zonas más prósperas de la ciudad, para que el que todo se reduce a dinero inmediato.

 
Yo volví de un aniversario con flores en Cuenca para que me recordaran que el placer no tiene nada que ver con el amor. Por mucho que uno se empeñe. ¿Quién cojones me va a reprochar cuánto de distinto fue aquello de este Huai Khwang que amé antes de aprender a ver palidecer? Del mismo modo que se marchó una ficción, ésta, al menos, sabe decir adiós con infinita dignidad y mirando a los ojos. Y yo sonrío complacido porque la farsa que no delata el tiempo acaba sucumbiendo a lo espiritual, se llame prioridad o un deseo de agradar a una madre enferma, algo que, por supuesto, honraré toda mi vida porque desgajar el corazón propio por amor maternal es no solo respetable sino encomiable. Sin embargo, la magia de Huai Khwang consiste en que, jugando con reglas claras de antemano, nunca hubo necesidad (menos aún venganza primitiva) sino amor desatado bidireccional. Será por eso que hoy debo izar velas, presa de la gratitud y la felicidad, prometiendo un pronto regreso. Distinto, pero agradecido en el alma a aquellas esencias de barrio y mujer por todo lo que me dieron a cambio de nada. 


P.S. Pues así es, así cambia Bangkok de un día para otro. Jornada de relax y colada entre el mercado de Chatuchak, donde siempre se encuentran cosas interesantes, y una cerveza vespertina junto al Chao Phraya en una zona del Palacio Real que llevaba varios años sin pisar. Mañana procuraré ir a Ayuthaya.

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

Mercado de Chatuchak

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias