Mercerreyas

Kyoto (IV): Byodo-in o yesca

Sabado 23 de Noviembre de 2019

Kyoto (IV): Byodo-in o yesca

Hubo un tiempo, lo recuerdo y me prende como la yesca, en que Kyoto asomaba más al filo de duda imposible que desbordando esta irrefrenable certeza que me brota hoy, secretos destapados tras hojas marchitas. Acaso alteraba el pulso su desconocimiento, empero un desconsuelo se burlaba del destino, deseoso de ilusión. Y lo recuerdo, tiene cojones, porque he de recurrir al testaferro de nuestro recuerdo, madre, para confundir a Basho. ¿El camino puro del crepúsculo? Quién sabe si mi sombra no lo recorrerá más. “Byodo-in es un repóquer sin parangón, compadre”, me juro entusiasmado. No en vano, mil veces me repitió mi némesis que, para tipo afortunado, yo. 


Partí de Bodhgaya, devoré India, Nepal y China, incluso Tailandia, antes de llegar al país del sol naciente solo para descubrir que mi astro en la puta vida halló cobijo, imposible mejor delirio, que lo húmedo escondido en la miel de aquella entrepierna. Y al mismo Buda que me reconfortó hace nueve años se lo agradezco, aliviado hasta el día de la extremaunción. Eso o, acaso, he macerado con mimo aquella falda demasiado corta que me espera en Sakon Nakhon. Y vuelvo a responderme a mí mismo con la tartamudez recíproca de una sonrisa.

 
Byodo-in fija el compás de un murmullo aterrado. Como lo siento te lo cuento, madre. A los pies de su Buda, pero henchido como el Ave Fénix que allí se representa, encuentro la realidad miserable, cruel y despiadada, de saber que sentir su néctar resbalando por la comisura de los labios es mandar a tomar por culo a Basho y sus quince sílabas. Entonces abrazo, huérfano, la tristeza lorquiana donde ondeaba la bandera de mi esperma insolente, caliente, ardiente, en ella. Por principios exudados bordeé, presa del delirio, el amor más grande de mi vida. Y me prende la ignorancia compartida de aún no saber dónde reposan sus huesos de poeta. En ese detalle de cenizas perdidas se mide lo miserable que nos cabe, nuestra vergüenza más intensa como sociedad. 


Llegué a Byodo-in, recuerdo, consciente de mi sabor a historia pulida, estúpido pertinaz hasta un polvo primigenio que, sin ser capaz de asumir, se me reveló como un desprecio tras el amor de un dieciocho de noviembre. Aquel noviembre…


Sin embargo, fue en junio, dos mil diez, cuando te dejé, madre, descompuesta sobre un tatami. Lo hice para encontrar consuelo y rezo en este Ave Fénix que, de tan inmortal, me prometió que volvería para honrar aquel día, aquel nuestro recuerdo… Sabes bien, madre, cuánta vida dejaste siguiéndome por esta vereda. Y eres consciente, de la misma manera, del tesón con el que te quedaste reposando aquel día en Kyoto justo antes de decirme que corriera, viera y aprendiera. No, tus ojos no alcanzaron a esta ave inmortal que se levanta frente a mí, pero en lo profundo de sus tripas, en ese Buda, siguen reposando aquellos deseos, casi órdenes, de amor tan libertario como solo puede ansiar el amor verdadero: sin anclajes. Regresar a Byodo-in, hoy como ayer, lo mismo que mañana, siempre será un guiño que refuerce tu lección y sed de planeta. Serán tus cenizas resurgidas, y por ello siempre serán las mías.

 
P.S. Byodo-in, una de las cunas del budismo japonés junto a Horyu-ji, ha sido la visita principal (también tradicional) del día. Si la memoria no me falla la he repetido en todas y cada una de las visitas a Kyoto desde aquella primera en que rezaba por tu mejoría. Sin duda, Byodo-in fue generoso conmigo, a nuestra historia me remito. Allí cerca queda Kosho-ji, otro templo coqueto que brilla especialmente con los colores del otoño. Y tres cuartos de lo mismo sucede en Shynniodo, cercano al centro de la ciudad y, por ello, saturado en un sábado de estas fechas. Mañana domingo, visto el tema, no es un buen momento para disfrutar de Kyoto y, por ello, marcho en excursión de día hacia el norte, bien a Takao y bien a Ohara, hogar del soberbio Shanzen-in. Ya imagino que también estarán muy concurridos, pero fijo que en una escala menor a la antigua capital. Desde el lunes en adelante vendrán días mejores para retomar Kyoto.

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias