Mercerreyas

Un aprendizaje inconcluso

Martes 12 de Noviembre de 2019

Un aprendizaje inconcluso

La cara de atribulado que se te queda levantándote a las doce sería un poema si no encendieras el móvil y éste te escupiera, desde la amplitud de su pantalla, una frase del traductor de Google de español a tailandés: Déjame chuparte. Jamás la necesité en este país (por eso no la aprendí). El caso es que la escribí cuando sentí que el tema se me escapaba de las manos (o, más bien, pasaba a las suyas) aunque tampoco necesité enseñársela. En cuestiones horizontales siempre primó el empuje salvaje sobre la lógica apocada. Entonces me hundo zalamero en el colchón, doy otra vuelta enrollándome como un rollito chino sobre el edredón, parapetándome de un aire acondicionado que mantiene a raya el calor, y procuro dormir otro rato… Hasta que la señora de la limpieza empieza a dudar si queda algo de mí con vida a este lado de la puerta que aporrea levemente con suavidad, a lo tailandés. Ah, sí, ¿cómo se llamaba ese templo que quería ver hoy? 


En el desayuno, otro Kao Soi delicioso que me chutaría en vena como un yonqui de jaco, enumero, por enésima vez, los mil detalles que separan Tailandia de China. Serán tres horas de vuelo desde Chengdu hasta Bangkok, pero son mil detalles los que confirman que ambos universos orbitan uno sobre otro sin riesgo posible de colisión. Solo un ejemplo a bocajarro: pagar en cualquier sitio con el billete de mayor valor. En China, cuando sueltas un billete de cien yuanes, lo observan con lupa, lo rascan, te miran de refilón, lo vuelven a rascar, lo comprueban al trasluz, … Todo ante tu morro, presumiendo que acaso eres un falsificador profesional por mucha cara de laowai soñoliento que portes. En Tailandia, sin embargo, te saludan reverencialmente, cogen el billete, te piden que esperes con voz baja, disculpándose ante la ausencia, y en un reservado hacen lo mismo… pero en silencio y dejándote reconfortado. El fin es el mismo, las formas hacen la diferencia. Así con todo, básicamente porque el ciudadano chino (dentro de lo mucho que odio las clasificaciones) es impetuoso e instintivo; el tailandés, por su parte, lo es en la misma o mayor medida, pero lo sabe disimular. ¿Y ese templo?

 
Wat Pa Daraphirom, a unos quince kilómetros de Chiang Mai rumbo norte, en las estribaciones de Mae Rim, es otra preciosidad que disfruta de un entorno exuberante, plagado de bambúes y tecas, y se enorgullece de su clara herencia norteña clavando las directrices de arte Lanna o Thai Yai. La presencia de parasoles, los tejados en cascada con amplios aleros, la presencia permanente de pavos reales (influjo básicamente birmano), los repujados detalles en los frontispicios, los diminutos parasoles en forma de llama coronando el centro del vértice del tejado superior (influjo lao), … Sí, es un templo reciente, pero es arrebatador dentro de sus cánones puramente ortodoxos. Y luego, en los interiores, esa atmósfera terciada que parte del dorado y muere en el negro, desprendida de los detalles dorados que adornan los pilares de teca lacada. Sublime, relajada, alterada mínimamente por el tintineo de las campanillas cuando el viento obliga a pausar la vida junto a una ventana que dispara suave brisa. Créeme, pocos templos tan de manual, pocos ejemplos tan esclarecedores para aproximarte a la cultura arquitectónica Lanna podrás encontrar en Chiang Mai. Si la necesidad de respirar a añejo no es un óbice, apunta este lugar que además está perfectamente conectado con songthaews desde Chang Phueak.

 
Wat Muen San, por sorprendente que parezca dadas las veces que he frecuentado la zona de plateros en Chiang Mai (calle Walai y perpendiculares), es otro templo de estilo Thai Yai (le delatan los parasoles y el estilo de su estupa) que desconocía. Apenas a trescientos metros del afamado Wat Srisuphan (ni siquiera voy a enumerar cuántas veces lo he citado), éste es otro templo que combina los aspectos históricos y modernistas a partes iguales. También tiene un pequeño wiharn, camuflado como “galería de arte» aunque no tan repujado y llamativo como el de su vecino, pero sí puede presumir de un mayor componente histórico dado su uso como hospital militar de soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. A eso de las cinco, con el poniente en ciernes, quedan allí apenas un par de perros que me olisquean agitando el rabo y un monje parapetado bajo un ficus. Mejor así. Admiro el trabajo de peltre que se muestra en el citado viharn, las reproducciones de jatakas, de chedis famosos incluyendo la sacrosanta estupa Schwedagon en Yangon. Chiang Mai, por miles de veces que lo revisite, siempre tendrá una lección para este viajero impenitente, no importa a qué hora del día o la noche. Sea histórica, cultural, … o con forma de delicioso cuerpo de mujer en horas tan brujas que hasta los ojos intrigantes de Buda han dejado de vigilar.

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias