Mercerreyas

Huasca de Ocampo o cascadas de seducción

Martes 25 de Febrero de 2020

Huasca de Ocampo o cascadas de seducción


Huasca de Ocampo, por más que presuma de haber sido nombrado el primer Pueblo Mágico de la nación allá por dos mil uno, es una decepción absoluta en su casco histórico. Una iglesia mediocre, dos calles que no obligan ni de coña a volver a ser pateadas y para de contar. Sorprende que, dada la belleza del cercano Mineral del Monte (frecuentes furgonetas de transporte público unen ambos lugares), aquí no se perciba en ninguna esquina una panorámica asimilable a emoción, un guiño con forma de eco del ayer. Vuelve a asomar la percepción, idéntica a la vivida en el estéril Pueblo Mágico de Papantla, de que esta distinción obedece más a un reducto natural o histórico cercano que a una valía intrínseca del lugar.

 
Pronto lo iba a certificar porque los alrededores, sin embargo, son bien lucidos. Se apiñan allí multitud de ranchos y haciendas que puntean los múltiples bosques de pinos y lagunas que se desparraman en cualquier dirección. Y de todos esos entornos, sin ningún género de dudas, el más sobresaliente responde al nombre, rebuscado a caballo entre lo matemático y lo geológico, de prismas basálticos, en la pedanía de Santa María Regla. Pocos lugares de México me han sorprendido al nivel máximo de estas cascadas, poco inspiradoras por sí mismas, pero tremendamente efectivas, en un plano visual, cuando reparas en la geometría irreal que las rodea, elevándolas al cénit de lo sublime.

 
Fue a principios del siglo XIX cuando el insigne Alexander Von Humboldt, polifacético hombre de ciencia, recogió en diversos dibujos la belleza de este entorno formado por prismas basálticos de cinco y seis caras que alcanzan hasta cincuenta metros de altura. Aquellos grabados, custodiados en la actualidad en el Museo Británico de Londres, ya daban cuenta de la potencia estética que posee este apartado rincón mexicano. 


El proceso de gestación de estos extraños bloques de basalto se da, básicamente, en un rápido proceso de enfriamiento de su originaria lava magmática al entrar en contacto con una corriente de agua. Este proceso de enfriamiento constante por efecto del líquido elemento generó tensiones y fracturas múltiples que dieron lugar a este inhabitual lugar. A día de hoy, todo el cañón se halla bañado por las aguas del río San Antonio Regla que, en su transitar, va generando distintas cascadas de belleza absoluta. Honestamente he de reconocer que conocía este lugar de oídas, incluso pensaba que sería similar a la preciosa cascada de “Los Tercios”, cerca del salvadoreño Suchitoto y en la que también se aprecia este extraño fenómeno geológico de piedras hexagonales, pero desde luego que no imaginaba que fuera así de grande en sus dimensiones ni tan espectacular en sus distintos miradores. 


No mucho esperaba de Mineral del Monte, tampoco de Huasca, y se han colado, además con suficiencia, en mi top ten de México. Paré en ellos por dos razones básicas: me sobraban días, por un lado, y deseaba dividir la ruta de vestigios arqueológicos que voy siguiendo desde el totonaca Papantla hasta los atlantes toltecas de Tula, por otro. Suele suceder así que, de donde menos esperas, más emoción viajera rescatas. 


Regreso a Mineral del Monte, aspiro profundo su delicada esencia a pastes y polvo errático, enjuago unos tacos sublimes con medio litro de cerveza Victoria, monto en otra minivan para bajar a Pachuca, otra para alcanzar la central de transporte y un último autobús que devora, en hora y media, la centena de kilómetros a Tula de Allende. Puedes creer que en ningún solo instante de esta cotidiana odisea he dejado de sentir la felicidad mayúscula que me han contagiado los monolitos basálticos de Santa María Regla y esas cascadas marcianas, hipnóticas en su delirio de caída y estallido. Las echaré de menos, seguro, a ellas y a un Mineral de Monte del cual me cautivó todo excepto su frío nocturno, razón que me ha traído a este Tula donde me apalanco en un hotel de deseable tórrido, idéntico al diurno, cuando se pone el sol. Tremendo tute llevo, ya ha llegado la hora de bajar revoluciones e ir orientando el hocico hacia la frenética capital. Antes, sin embargo, aguardan unos atlantes de leyenda y un museo de capricho que condensa el ingente legado colonial de tiempos del virreinato. Todavía aguarda un pedazo de México que esconde ases en la manga, imagino que los justos para no darme jaque mate hasta que monte en el vuelo a Colombia el próximo día uno de marzo.


El Autor

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias