Mercerreyas

De Cartagena a Mompox

Miercoles 4 de Marzo de 2020

De Cartagena a Mompox

Son las seis en punto de la mañana y tengo un sueño que me caigo redondo. Nada más salir de la habitación no necesito ni quitarme la última legaña que no arrastró el agua porque ésta se diluye en mi propio sudor. Así, ipso facto. Tal es la humedad a orillas de Caribe a primeros de marzo. Y en abril, que bien lo sufrí porque la brisa se coge la baja en su trabajo, es mucho peor. Pregúntenle a mi hermano Ina.

 
Abajo me espera mi tocayo, el dueño de la pensión, con su nieto. Saldremos los tres juntos, el más pequeño al cole y David a evitar que se pierda o asalten a esta oveja camino al redil seguro de la parada de buses urbanos. El zagal tiene pinta de avispado y aún más de inteligente. Entonces, mientras apuro una infusión de manzanilla, el mentor le pide al niño que deje al móvil y se pone a rezar. Pide por su familia, por Cartagena, por mí, mi viaje y mi futuro. Amén. “Amén, amén”, musito aún un poco descolocado. El tipo es un pedazo de pan. Tiene barba punzante, recortada, de rabino integrista o al estilo de lo poco que pueda quedar de Julio Anguita, pero es un tipo que sabe mirar a los ojos, como a mí me seduce. Transmite mística integridad y remanso de paz. Desconcertante.

 
Con franqueza, debo admitir que podía intuir la liturgia que acabo de vivir. Lo digo porque, durante breves minutos, charlé con él la víspera. Bajé a echar un pitillo, cerca de la medianoche, y andaba recostado en un sofá, junto a la puerta siempre trancada. “Es por la seguridad de mis huéspedes”, me dijo. Que todavía le faltaba el holandés de la habitación tres y aguardaba su vuelta, añadió. Escuchaba una versión de Radio María a lo colombiano. Si la emisora allí es tal, aquí, sumado a lo (ironía on) meloso y tremebundo de las tinieblas que acechan (ironía off), ya es el copetín. En resumen, una verborrea de a kilo que solo los más creyentes pueden soportar y alabar. No obstante, generoso o rara avis, defínelo tú, me ha demostrado que también sabe dar trigo.

  
Yo no tenía ni idea del caos absoluto que es el tráfico vial cartagenero. Sí sabía que la central de buses de larga distancia se ubica donde Cristo dio las tres voces, a diez kilómetros del centro, pero ni por asomo podía verme pillando mi bus a Mompox de puto milagro (gracias por el previo salmo y bendición celestial, David). Se da que uno llega azorado a tomar un transporte que debía salir a las siete y media. Se da que son las siete y treinta y cinco cuando me escupe el urbano. Correteo, desorientado, en medio de otra desconocida selva humana. Y estalla la realidad imperturbable por normas tan amansadas que, de repente, no es que mi bus hacia el idílico rincón no haya salido, sino que no partirá hasta casi las ocho. Ritmo caribeño, así lo llaman.

 
Un paisaje socarrado, que asemeja con ímpetu al campo guileto de a finales de julio, se hace pura monotonía rumbo al departamento de Bolívar. El efecto amarillento de la yesca se conjuga con un ganado famélico que trata de apesebrar lo poco verde. Son seis horas de nada entre duermevelas al filo. Y luego, como rebotado de un sueño, asoma el vergel del río Magdalena. Un tramo más allá, prendido de un hechizo, Mompox, fundido entre leyendas coloniales que se diluyen por mangos y acacias. Diminuto y explosivo en su encanto al estilo de aquel Tlacotalpan mexicano del cual calca muchas semejanzas. Nunca dudé que merecería la pena el esfuerzo y, tal desazón me quedó en mi anterior visita a este país hace seis años, que lo único que tenía claro es que en dos mil veinte visitaría, por lo civil o criminal, este reducto con aroma a Macondo. Pero eso, mejor, os lo cuento mañana porque los ojos infantiles de víspera, vástagos de la podredumbre, tienen la invaluable virtud de hacerme aporrear teclas con tanta saña como para agotarme. De veras que necesito descansar unas horas.

 
P.S. A caballo entre Cartagena de Indias y Mompox, estas fotos son el resumen visual de las mañanas de ayer y hoy. Feliz. Extenuado. Imagino que es demasiado evidente.


El Autor

David Botas Romero

Viajero imparable

Blog matriz

No os olvideis,porfa,de compartir las aventuras de David.Gracias